El futbol se trata de pasión. De que los nervios se calienten adentro de la cancha y que la adrenalina se descargue en cada jugada, entrada o gol que se haga. Puede haber emoción y alegría o frustración y tristeza si el equipo lo está haciendo mal. Somos seres humanos con sentimientos al borde del colapso cuando se llevan a los límites más imponentes.

A este reportero que están leyendo le pasó un incómodo momento el domingo pasado en la conferencia de prensa de Guillermo Vázquez después del partido que Pumas empató con Pachuca en la fecha 13 del Apertura 2014 de la Liga Bancomer MX. Uno como gente de comunicación tiene que entender a medir el nivel de estrés que pueda tener el entrevistado en curso, ya sea personalmente o en rueda de prensa.

Terriblemente, cuando la conferencia es abierta y con todos los medios escuchando tu pregunta, si la reacción del hombre que está en el micrófono no es la adecuada, todos pensarán que el error grave fue del tipo que soltó la pregunta. No están nada alejados de la verdad. Una mala pregunta siempre tendrá una mala respuesta y desencadenará que se haga un bochorno generalizado. En sí, uno queda muy mal parado por no saber el momento mental.

El partido fue uno de los más trabados de los universitarios en la campaña y de nueva cuenta el equipo no sacó una victoria en casa. Vázquez ha tratado por todos los medios de arreglar el equipo por todos los métodos que él conoce. A veces se han dado y a veces no. Este encuentro fue de las veces donde lo pensado no funcionó. La pregunta que le hice fue ligada a los cambios que parecian haberse tardado demasiado. Vázquez contestó con mucha molestia que la gente no era la que hacía los cambios y que si así era, él no tenía cabida en la institución. 

Mi grave error fue no tener el tacto para entender realmente qué sentía Guillermo en ese momento. Hablé con la voz del aficionado en vez de con la racionalidad y tranquilidad de alguien objetivo. Pero al mismo tiempo, la curiosidad de entender la tardanza de los cambios me hizo escupir más palabras que la pregunta necesitaba. Entendí, en el momento de la interacción con Vázquez que eso iba a terminar con molestia absoluta y se entiende.

Este fin de semana se dio un caso similar en el Estadio Jalisco pero con instancias diferentes. Un aficionado encaró e insultó a Tomas Boy, director técnico del Atlas quien reaccionó con una agresividad excesiva y se tuvo que hacer un acuerdo para no llegar a instancias mayores. La voz del aficionado puede ser discutible si tiene razón, pero la actitud del entrenador de irse a la violencia es deplorable.

Uno debe de entender realmente en qué situación se está y el poder que se tiene al tener el micrófono y hacer cuestionamientos. Algunas veces, las preguntas no van a ser cómodas a pesar de hacerlas lo más mesuradas posibles. Pero el reportero preparado siempre debe de estar midiendo la intensidad, y sabemos que Vázquez es un hombre de carácter y no se esperaba menos que la respuesta que me dio.

Da pena de las risas de los compañeros por lo que pueda decir la próxima semana, lo único plausible que puedo decirle a Guillermo Vázquez es un “lo siento”. Y la disculpa no solo es pública si no tiene una razón. Nosotros no somos linchadores sino recopiladores de la información. Nadie más que el público es el que tiene su voz propia y el que podrá hacer cuestionamientos más calientes.

Es el punto de una pregunta buena o mala. No es el fondo del cuestionamiento sino la forma en cómo se expresa. Realmente como experiencia es desagradable y formativo. Por ahora, más allá de lo que suceda en próximas ocasiones, como reportero uno debe de aceptar que se equivocó. Eso no evitará que siga preguntando, ya que ese es mi trabajo y responsabilidad con el lector.