Segundo domingo de diciembre, último mes del año. Esta tarde la gente arriba al Coloso de Santa Úrsula más temprano que otras veces, y no es para menos, pues está en juego más que la definición del campeonato, América se jueha la vida, el orgullo de su gente, y también el impedir que otro venga a festejar llevándose lo que por antonomasia nos pertenece: la gloria.

Se respira un ambiente de positivismo en las afueras del Coloso, los niños ondean las banderas y se dirigen de saltito en saltito a los molinetes donde te registran el ticket de acceso, ese que emite un sonido peculiar y que esta vez implicará tu llave de entrada a un día histórico para el americanismo.

Hoy no se habla de “problemas internos”, tampoco de jugadores que sobran o que harán falta, no hay favoritismo o inclinación entre un Director Técnico u otro. La gente está metida en la final, cada uno lleva su camiseta con orgullo y con la frente muy en alto, pues pase lo que pase, ellos dejarán la vida en la tribuna a sabiendas que la hinchada es un jugador más.

La visita desde tierras regiomontanas presumía de una supuesta “invasión”; todo queda en suposiciones y advertencias como lo es año con año, pues apenas logran ocupar el lugar que el Coloso le brinda a sus visitantes. Sí, esa tribuna con capacidad para no más de 15 mil almas, un lugar que muchos han pretendido usarlo como testigo de grandes hazañas pero -créanme- que la Cabecera Sur no es más que un lugar destinado al sufrir de aquellos quienes osan ir contra la voluntad Águila.

El partido aún no comienza y la parcialidad azulcrema da inicio a la locura con el grito de guerra: “¡Vamos América!" 

El Estadio Azteca comienza a moverse, ya quiere levantarse, pero aún no es tiempo. El designado a impartir justicia da el pitido inicial y así la pluma se humedece en tinta para escribir una nueva historia.

A pesar de estar en desventaja en el marcador, la gente no para de alentar, la tensión se eleva y los corazones parecen latir al ritmo de los tambores que descienden de la tribuna. El visitante está desconcertado y en una jugada de pulmón cae el primero de la tarde.

¡GOOOOOL! de Michael Arroyo, el dorsal #11 recibe ayuda divina de su amigo que dejó este mundo terrenal para inmortalizarse en el número que su compatriota porta en la camiseta, así América se adelanta en el marcador y el santuario americanista amenaza con despertar.

El entretiempo fue un espectador más que pudo disfrutar el vuelo de Celeste, el Águila que hace su entrada triunfal desde lo más alto, arriba del acceso 49 de la general norte para ser precisos. Un vuelo majestuoso, soberbio, una obra de arte que anuncia buen augurio para los de Coapa, porque todos sabían que lo mejor estaba por venir.

La zurda de Sambueza fue la que magistralmente hizo volar la pelota, todas las miradas centradas en su trayectoria cuando desde atrás llegaba Pablo Aguilar para rematar al arco, con la esférica viajando lentamente, incrustándose a contrapié del arquero visitante. Anotación del paraguayo camiseta '12', ese que en más de una ocasión se sintió delantero y definió mejor que cualquiera. Mala noticia para la visita ¡El “Coloso” ha despertado!

Decían que el primer gol lo hacía la gente, pero fue otra especulación más, después del segundo tanto el panorama ya era sepulcral para la visita, la gente estaba de pie, no cabía un alfiler más. Los decibeles subieron a niveles inimaginables, se ha llegado al punto donde no existe ningún tipo de fatiga, había más de 100,000 almas que alimentaban al Azteca, haciéndolo cada vez más abrumador para la visita, y sí, una vez más me pareció injusto lo abrumador que es enfrentarse ante ese mítico monstruo que ruge a favor de los azulcremas y que inmoviliza a cualquiera, no había más especulaciones ahora porque el Coloso ya tenía a su presa con la mesa servida.

El tercer gol fue un auténtico “knockout” para la causa regiomontana que yacía en el campo desalmada; los mismos que durante la semana afirmaron que no temían al inmueble de la Calzada de Tlalpan, que serían locales, que darían la vuelta en la casa del más ganador de México. Palabras más, palabras menos, al final se esbozan para irse a donde el viento se digne.

El partido termina, las gargantas se rompen y el llanto fluye entre los que alimentaron por 90 minutos el 'Vuelo del Águila', que en sus últimos suspiros del torneo se estremece al ritmo de: “Olé, olé, olé, Turco, Turco”.

Es un hervidero de pasiones que llega a su clímax con la vuelta olímpica. La alegría desborda por las gradas pues el Coloso despertó, lo ganó y estaba de fiesta.

El 14 de Diciembre de 2014 quedará grabado en la mente de propios y extraños, será un episodio más de cómo América fue empujado por su gente dándole vida al que nunca abandonará al equipo, el que cuando es requerido resulta ser infalible, el que ha sido testigo de las postales más lindas para el americanismo y también presenció las otras, el que demostró que no importa si hay problemas dentro o fuera del club porque la mística es intocable. América tiene un estadio que cobra vida, porque esta tarde la volvió a ganar el “Coloso”.