Último sábado de febrero, a media semana América había sacado una victoria importante ante Saprissa cuando todos pensaban que el partido culminaba con empate sin anotaciones, previo a eso, las Águilas se metieron a Ciudad Universitaria y salieron con los tres puntos en la bolsa, es por eso que en la explanada del Coloso de Santa Úrsula se veía un poco más colmada que de costumbre.

La temperatura subía así como la expectación y las ganas de conseguir un boleto para el cotejo de esta tarde, las filas eran largas, la reventa comenzaba a relamerse los bigotes esperando que la asistencia aumentara, los niños volvieron al estadio con la promoción lanzada por la directiva, es por eso que el ambiente se torna más alegre que de costumbre.

Entre los puestos de camisetas, suvenirs, e incluso el puesto de ”choripanes” atendido por un compatriota del hoy timonel americanista, parecen estar en comunión, esta tarde es distinta pues la gente se pasea confiada de una posible goleada al desesperado cuadro de Guadalajara.

Son pocas las camisetas de la UDG, sus aficionados se pasean tímidos entre la multitud, algunos se detienen a dar “entrevistas” a los medios que se acercan para documentar la experiencia de los seguidores de la Universidad de Guadalajara. El ingreso al estadio es más práctico que otras veces, el dispositivo policial está relajado, incluso, deja que los más chicos entren con banderas que ondean con alegría y entusiasmo, ya de muy chicos adoptan ese orgullo a veces sobrado característico del seguidor azulcrema.

Una vez adentro la gente paga para que un acomodador le “asigne” un lugar que no es precisamente el que le corresponde, una de las cosas insólitas que solo se dan en los estadios mexicanos. ¡Comienza el partido! La gente quiere saciar su sed de ver goles, las llegadas son constantes por parte de América, no tienen que pasar mucho tiempo para que el accionar americanista le dé un paseo a la pelota en plena área del contrario, pero, la anotación no llega.

No tendría que pasar mucho para que el gol cayera y rompiera algunas gargantas, esas gargantas eran de la visita que no podía creer la manera en la que se iban arriba en el marcador, los aficionados locales poco se la metan el gol recibido pues saben de la capacidad de reacción mostrada por el equipo. Pese a eso, el tiempo transcurre, el reloj marca las horas y con e se diluyen poco a poco las oportunidades, así como las esperanzas de ver siquiera un empate en el marcador.

Esta vez ni el “Vamos América” pudo entrar a la cancha y meter “su gol”, esta vez los cambios no fueron los idóneos para un partido que pintaba muy a modo para las Águilas, esta vez los aficionados americanistas no salían con la frente en alto festejando y gritando a los cuatro vientos “El Ferrari amarillo”. No hubo “Ferrari”, lo que si hubo fue una buena entrada por parte de los seguidores azulcremas que si bien salieron insatisfechos, desilusionados o hasta enojados, no pierden la fe en su equipo y el proyecto de Gustavo Matosas que recién esta en pañales.