Bien dicen que los Clásicos se cuecen aparte y este sábado no fue la excepción. Las estadísticas quedaron de lado, el débil le pegó al fuerte, la historia de David - Goliat se reedificó sobre el tapete verde del Estadio Azteca y fue representada por América y Guadalajara. El Coloso de Santa Úrsula se volvió a transformar en una auténtica sucursal rojiblanca al finalizar la batalla, repitiéndose el relato de hace casi 13 años, teniendo al mochiteco como figura del partido y autor del regocijo tapatío.

Los primeros minutos estuvieron acorde al guión de lo presupuestado, las Águilas con mayor posesión del balón y la escuadra visitante cediéndole la iniciativa al equipo de Ignacio Ambríz. El primer suspiro lo extirpó Andrés Andrade, quien sacó un disparo con parte interna que no tuvo problemas en desviar José Antonio Rodríguez a tiro de esquina. Desde un comienzo, la problemática de los cremas radicó en la dificultad de penetrar la zaga enemiga: la retaguardia del Rebaño se comportó a la altura de las exigencias, siendo el trabajo defensivo y la contundencia lo que terminaría por erradicar al cuadro azulcrema.

La acción que ocurrió al minuto 15 significó un baño de agua helada para América, y es que una desafortunada equivocación de Osvaldo Martínez desencadenó la primera anotación del chiverío. En una salida, el camisa 10 emplumado quiso retrasar la esférica para Pablo Aguilar, sin embargo, su pase fue erróneo y Omar Bravo aprovechó dicho fallo y combinado con una precipitada salida de Moisés Muñoz, el atacante rojiblanco culminó la pifia águila enviando la redonda al fondo del marco local. La tónica del encuentro siguió su mismo curso y, enseguida, Darwin Quintero tuvo una oportunidad de emparejar la pizarra. El atacante colombiano remató de cabeza un servicio de Rubens Sambueza, al cual, no pudo imprimirle dirección a portería.

Fue hasta el minuto 39 cuando nuevamente se movieron las redes. Bravo Tordecillas se encargó por segunda vez de arrancar el grito de gol en las miles de gargantas de los aficionados rojiblancos. El capitán de Chivas hizo un extraodinario movimiento dentro del área dejando fuera de circulación a Paolo Goltz, y con un testarazo duplicó la ventaja para la visita; no obstante, la réplica de América no se hizo esperar. El conjunto de Coapa regresó al partido rebasado el minuto 40, instante en el que Carlos Salcido sancadilló a Darwin Quintero en propia área y el árbitró dictaminó pena máxima favorable para los capitalinos y expulsó al tres veces mundialista mexicano. Antes de culminar el primer tiempo, Osvaldo Martínez recortó distancias desde los 11 pasos con un tiro penal ejecutado con potencia, imposible de detener para Pepe Toño.

El complemento trajo consigo a un América incompetente frente a un Guadalajara bien plantado en la cancha, con una zaga eficiente que alejaba como pudiese cualquier balón que se aproximaba a su meta. Inclusive, por momentos se visualizaba una oncena emplumada indolente. Los disparos de media y larga distancia fueron a cuenta gotas, dicha herramienta pudo haber sido un buen utensilio para tratar de inquietar o batir a Toño Rodríguez, puesto que las condiciones climatológicas orillaban a eso. Michael Arroyo y Carlos Rosel, elementos que entraron en la segunda mitad, fueron los cuchillos que empleó Nacho Ambríz por los costados.

En la recta final, el timonel azulcrema echó toda la carne al asador y su apuesta surgió efecto pero el colegiado les quitó el empate, ya que la polémica se generó en la agonía del cotejo, luego de que el abanderado anulara un gol legítmo de Oribe Peralta por un supuesto fuera de lugar. Fue así como Chivas, tres años después volvió a ganar un Clásico Nacional.

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Sobre el autor
Jesús Barrientos Espitia
Editor y corresponsal. Jefe de las redacciones: Cruz Azul y Santos Laguna.