El drama del descenso ha terminado en este Clausura 2014. Los equipos sotaneros no han estado exentos del irregular paso de todos los equipos durante esta campaña, a pesar de estar ya salvados, Atlas, Puebla y Veracruz han tenido una irregular exhibición a lo largo de esta temporada.

Hoy el descenso se consumó, esa irregularidad ha sido parte intrínseca de Atlante durante épocas recientes. Lejos está ya aquél título conseguido en el 2007, coronándose ante Pumas. Tras la mudanza a Cancún y el logro de dicho campeonato, vino una pasmosa desarticulación del equipo; vendiendo jugadores clave mientras no se definía un proyecto claro, mucho menos una forma de cómo debía jugar el equipo. El descenso no es resultado del presente torneo, más que pobres y desahuciadas habían sido las últimas como para no vivir la presente situación del equipo.

Craso error de la directiva ponderar lo económico y no lo deportivo, aún a sabiendas que el fútbol no deja de ser negocio, los altos mandos del equipo vendían a todo buen jugador que pasaba por  sus filas; Christian Bermúdez, Osvaldo Martínez, Moisés Muñoz, Esteban Paredes o Gerónimo Amione, por ejemplo.

La pérdida de identidad también fue un sello característico de la gestión azulgrana; alejaron al “equipo del pueblo” de su arraigada,  insustituible y siempre fiel afición, llevando al conjunto azulgrana a una zona de complicado arraigo futbolero y con un panorama totalmente desconocido en ese entonces.

Los equipos que se juegan la permanencia deben disputar cada partido a la vieja escuela: “Con el cuchillo entre los dientes”. Apretar en cada zona del campo, morder en cada palmo de terreno, jugar cada ocho días una final, pues no sólo está en riesgo el descenso deportivo de su equipo, también está en peligro su situación laboral, su bienestar económico y el de sus familias, pues tras un descenso es complicado para ciertos jugadores poder colocarse en el máximo circuito.

Atlas y Puebla lograron la salvación aun y cuando su desempeño y accionar es muy pobre en el presente torneo. Los Rojinegros han tenido buenos pasajes y han brindado partidos interesantes, sin embargo sus curvas son muy pronunciadas, sus altibajos muy marcados y eso le ha impedido tener un paso constante. Por su parte, Puebla arrastra una malaria desde hace varios años, tanto a nivel directivo como deportivo, hoy alcanza la salvación más por lo que Atlante dejó de hacer que por méritos propios, es más que urgente y necesaria una reestructuración en el conjunto camotero.

Veracruz encontró en el “Chelís” al motivador idóneo para su actual coyuntura; sus partidos no son lúcidos, brillantes ni espléndidos, pero los jarochos juegan sus partidos con sus armas, condicionando su accionar a sus limitantes y restringido plantel, entienden que lo importante no es cómo ganar sino hacerlo, saber que si no pueden ganar tampoco deben perder. Más sudor, corazón y pundonor que fútbol y calidad, juegan auténticamente con el “cuchillo entre los dientes”.

Así ha sido el calvario de estos equipos durante la lucha por la permanencia. Los Potros competirán en el Ascenso la próxima campaña, mientras que los conjuntos ya salvados deberán corregir un sinfín de cosas y quieren evitar el martirio ya vivido en el siguiente año futbolístico.