En sus primeras declaraciones como entrenador de Chivas, Matías Almeyda dejó en claro que no era un mago, sin embargo, con apenas cinco duelos bajo sus órdenes, el Rebaño parece que despierta y recupera la alegría de jugar tras su llegada.

Su arribo al conjunto rojiblanco causó un sinfín de críticas a la directiva, pese a que el equipo se ubicaba, con el anterior cuerpo técnico, en la parte baja de la tabla con siete unidades tras ocho jornadas disputadas.

El primer reto del estratega argentino fue ganarse la confianza de los millones de aficionados del Guadalajara, quienes se mostraban escépticos con su llegada al banquillo de uno de los cuadros más importantes del futbol mexicano; y a la par, también convencer mediante su filosofía de juego al plantel, específicamente a los líderes del vestidor rojiblanco.

Tal convencimiento ha sido el primer paso clave del proyecto Almeyda, principalmente ganarse la confianza del líder y capitán Omar Bravo; con esto este club se estabilizó emocionalmente tras la salida de José Manuel de la Torre y logró así concentrarse en solo jugar al futbol.

La sinceridad de sus palabras y la confianza que ha demostrado tener hacia sus jugadores es un factor más del buen presente de Chivas, el técnico argentino le regresó la alegría de jugar al vestidor, tal y como lo mencionó hace unos días Marco Fabián: se divierten y disfrutan más los partidos y esto ha provocado un mejor desenvolvimiento en la cancha, mismo que se vio con creces en su más reciente cotejo ante los Pumas, pese a la derrota.

La mano de Matías no sólo se ha visto reflejada en lo anímico, también en lo futbolístico, precisamente en el duelo del pasado domingo en C.U; los conceptos de juego toman fuerza partido a partido, desde el primer encuentro se manifestó una mayor presión al rival de media cancha hacia al frente, se ve más suelto al equipo y con mayor presencia en la zona ofensiva. La media cancha y la defensa se muestra cada vez más sólida y a todo esto se suma el gran momento que viven varios de los elementos rojiblancos, entre los que destacan Omar Bravo, Raúl López y Carlos Salcedo.

La pasión con la que vive cada encuentro, la transmite a la cancha; Almeyda siempre fue un futbolista enamorado del futbol, y como entrenador lo sigue siendo, cada encuentro lo vive al filo del área técnica: sufre, grita, ordena y anima al equipo a ir siempre con determinación a cada jugada; sabe que cada fin de semana se juega una final y las vive como tal.

Al término de cada encuentro ganado explota de alegría como un hincha más del rojiblanco, del cual ha dicho que siempre será solo de mexicanos, en el que por ahora él es el único extranjero y no juega, pero en el que ha comenzado a hacer jugar a un plantel que parecía que dormía en las más profundas pesadillas.