La última ocasión que la Selección Nacional acumuló siete partidos en fila sin conseguir un triunfo fue en 2002, un año para el olvido y en el que se tuvo que recurrir a la experiencia de Javier Aguirre para no pasar la idea inconcebible de no clasificar a la Copa del Mundo.

Con la igualada a ceros que se dio entre México y Honduras el miércoles pasado, la Selección acumula siete partidos consecutivos sin conocer la victoria. Lo preocupante es que estos resultados se han presentado en un periodo de tiempo de un mes, siendo el último resultado favorable el partido que se llevó a cabo en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, contra Guatemala.

Cero y van siete

El partido significó la despedida del 'Tricolor' de tierras mexicanas antes de viajar a Sudamérica, pero más allá del resultado, y tomando en cuenta las limitaciones del rival, el rendimiento despertó más dudas que las sonrisas que produjo. 

Perú fue el primer rival que los pupilos de Miguel Herrera enfrentaron en suelo sudamericano. El partido tuvo poco de amistoso, fue accidentado y tuvo más entradas que buen juego. Solo un remate de Juan Carlos Valenzuela pudo enfriar los ánimos y aminorar la preocupación, pero solamente sería una cortina de humo ante lo que le deparaba el destino a la Selección Mexicana. 

Hace menos de un mes, el domingo siete de junio, la Selección visitó el Allianz Parque en Sao Paulo para medirse con la escuadra carioca. Brasil apenas y rebasó el mediocampo y en las únicas dos ocasiones que intentó ir al frente pudo encontrar las redes del arco mexicano para quedarse con un triunfo cuestionado debido al juego somnoliento de aquellos que, en teoría, heredaron la magia de los que algún día se ganaron el mote de 'Scratch Do Ouro'. 

Para mala fortuna del 'Piojo', el partido se llevó acabo el día en que también se realizaron elecciones en el país, siendo el acto más relevante la polémica desatada por el timonel debido al proselitismo que generó en las redes sociales. A partir de ese día, su matrimonio benéfico con la prensa comenzó a ir en picada, tanto como la fe en los jugadores que irían a la Copa América. 

A pesar de los cuestionamientos surgidos ante un equipo alternativo y los resultados poco favorables, la Selección Mexicana hizo su debut en contra de Bolivia, un rival que en el papel lucía como la víctima, pero que supo arreglárselas para sacar el empate y arrebatárle a México dos puntos que estaban presupuestados para aspirar al pase que lo catapultara a la ronda siguiente y desmintiera los rumores surgidos en torno a los partidos de preparación. 

El espéctaculo que prometía a popios y a extraños que se recordara la hazaña de México en la Copa América de 1993 terminó siendo una decepción. El frío de Viña del Mar fue un augurio, pues así como descendió drásticamente la temperatura, igualmente lo hicieron las esperanzas en superar la fase de grupos y la credibilidad por parte de los aficionados. 

Chile fue el siguiente rival y, para sorpresa de muchos, México jugó los mejores 45 minutos que se le recuerdan desde la Copa Mundial Brasil 2014. Un planteamiento ofensivo logró poner en ventaja a México, pero la alegría no les duró más de un minuto. Sin embargo, la presión ejercida de mediocampo en adelante mantuvo a los jugadores de pie y siguieron buscando el resultado para dar la sorpresa. 

Al descanso, el marcador  presumía un resultado con empate a dos tantos y la ilusión de vencer al anfitrión crecía en el pecho de los espectadores, o al menos así fue hasta que pasaron los primeros minutos del complemento y la Selección volvió a mostrarse tímida, austera y desorganizada, por lo que no dudó en firmar un empate a tres que lo mantenía en la lucha por los cuartos de final. 

Tal vez el error no fue la poca entrega de los jugadores, el desinterés del entrenador o la apatía de los directivos, sino la facilidad que tenemos los aficionados mexicanos a ilusionarnos aún cuando conocemos el desenlace. La misma tragedia de siempre.

Desde el principio la Copa América no prometía dar buenos resultados, y para desmentir a todos aquellos que aseguraban que el equipo no cumplía con sus objetivos, la Copa América no otorgó buenos resultados. 

Ecuador era el último peldaño, pero muchas veces nos olvidamos que las escaleras no sólo tienen un sentido ascendente. A pesar de las expectativas la exhibición en Rancagua fue solamente un juego de trámite antes de regresar.

El primer tiempo dejó poco y nada, y la segunda parte no mejoró, pues la respuesta desde el banquillo no fue la adecuada y la Selección Mexicana quedó eliminada de la justa continental con un 2-1 en contra. Y aunque la deficiencia del arbitraje es innegable, no es un pretexto para la pobre exhibición que se tuvo en un torneo que si bien no da el pase a la Copa Confederaciones ni deja tantas ganancias como la Copa Oro, si dota de renombre y prestigio a sus protagonistas dentro del mundo deportivo, mismo que debería de estar en primer plano y no relegado, como aparenta.

La muerte del gigante de CONCACAF

Santiago Baños, auxiliar técnico de Miguel Herrera, regresó antes para poner en marcha la preparación de cara a la Copa Oro y al hablar con los medios de comunicación hizo el reconocimiento de que México ya no es el gigante de CONCACAF. Más que una premonición, las palabras de Baños fueron una afirmación a lo que la mayoría ya había detectado, y por si quedaba incertiumbre, Costa Rica y Honduras le dieron la razón. 

Un equipo 'principal', lleno de jugadores con experiencia en ligas europeas y con nivel más alto del que tenían sus compañeros del 'equipo B' fue la apuesta de Miguel Herrera, pero eso le importó poco al combinado 'tico' que salió y se puso en ventaja mientras exhibía las carencias de un equipo fragmentado. La reacción fue aceptable y un empate a dos tantos fue el resultado que se aplaudió como si se hubiera presentado contra alguna potencia. 

Las declaraciones no se hicieron esperar y bajo la justificación de estar buscando el  once ideal, el director técnico nuevamente se lavó las manos y evitó reconocer otro fracaso más. 

Honduras fue el último rival antes de comenzar la actividad en la Copa Oro y a pesar de no recibir gol en contra, la noche fue protagonizada por la falta de contundencia por parte de los arietes mexicanos y la lesión de Javier Hernández. Pobre resultado para un pobre juego: nada fuera de lo esperado. 

Es cierto que México dejó de ser el gigante de la zona y equipos como Estados Unidos, Costa Rica y Honduras han dejado de sentirse intimidados, por lo que salen a jugarle al tú por tú, pero si no se consigue traer la Copa a casa, no se debe continuar apapachando la mediocridad y deberán realizarse cambios para retomar el nivel de juego que se tenía en la época de Campos, Suárez, Ramírez, Blanco, Palencia y Hernández.