Los barcos se hunden por tres razones: por accidente, por ataques y por negligencia. Vaya tragedia que se arma cuando las tres se conjugan. El navío recibe tal daño que el final es inminente. Pocos son los sobrevivientes en estos casos; apenas unos pocos afortunados que lograron subirse a una tabla, naufragar a la isla más cercana y esperar ahí hasta que alguien los recuerde y los lleve de vuelta a casa.

En todo caso, es bien sabido que el capitán se hunde con el barco. Es un acto de valentía y compromiso; una forma de decir "vale, esto es mi culpa". Y mientras va descendiendo, el capitán sólo puede pensar y pensar en aquello que pudo ser distinto. Haber girado más el timón, haber avanzado cinco millas menos, jamás haber zarpado... un efecto mariposa infinito sin final feliz, porque la realidad escrita está.

Junto al capitán, hay otros valientes que también se hunden. Aquellos que han trabajado el barco o en el barco y le han tomado cariño. El barco es su casa, la tripulación su familia. Todo harían por llegar a buen puerto. No sólo se quedan a hundirse, buscan salvar a las víctimas inocentes; saben que quizá ellos también pudieron haber hecho más. En todo caso, ya bajo el agua, quizá la divinidad se apiade de todos y los haga flotar, para volver a construir un barco, más firme, más seguro, con final feliz.

Pero hay alguien más a bordo. Un conjunto de seres indeseables que de una u otra forma llegaron al barco. Se envalentonan y consumen lentamente los recursos. Se pasean cínicamente por los pasillos. De la nada, aparecen en primera clase y toman posesión de cuartos y maletas. Roen sin cesar. Pero realmente el barco les importa un cacahuate; si en él no pueden vivir, ya habrá uno mejor, o quizá en tierra consigan lo que necesitan para subsistir. Por ello, huyen primero ante cualquier emergencia. Se abandonan y abandonan a los demás. Su apatía es cruel y cínica. De gallardos, pasan a ridículos. Sí, son ratas. Ratones verdes dijeran por ahí.

Cada quien le pondrá rostros a los grupos ya mencionados. Pero lo cierto es que el navío mexicano se hundió el sábado en california. Los astilleros deben preparse, pues seguramente se renovará mucha mano de obra; claro, si la lección se aprendió. Si no, nos enteraremos de más hundimientos y los sobrevivientes serán cada vez menos.