Ayer, Javier Aguirre completó una vuelta siendo entrenador del Espanyol. Si como de un hechizo se tratara, le hubiesen dicho que salvaría a un equipo hundido en la clasificación a falta de seis jornadas para finalizar la Liga, el mexicano ni nadie, se lo habría creído. Realmente su enorme trabajo y la total predisposición de un vestuario muy unido, han conseguido una gesta difícil de imaginar. 34 puntos en 19 jornadas, sólo 3 derrotas.

La permanencia, vital para el club

Tras un comienzo de Liga muy malo, el equipo se fue sin control a los puestos más bajos de la clasificación. No salía nada, los jugadores estaban angustiados y la afición decaída. Con el peor de los registros del club en un inicio liguero, se mascaba la tragedia. Puede sonar muy dramático, pero la difícil situación económica por la que atraviesa el club más un posible descenso, hubieran hecho saltar todas las luces de alarma. Un descenso de categoría podría suponer incluso la desaparición de la institución, ya que si los ingresos que genera el club en la máxima categoría son pocos, en la división de plata, aún son menores. Y el estadio y los créditos por pagar…

Por todo esto, la permanencia supone mucho más que salvar el honor y el prestigio de un club, que históricamente, es de los que más temporadas ha estado en la cima del fútbol español. Supone seguir alimentando la ilusión de una afición que esta temporada ha bajado su asistencia al estadio y sobre todo supone seguir viviendo.

Nuevos objetivos

Como he remarcado, nadie se imaginaba estar salvados a falta de seis jornadas para finalizar la temporada. El discurso de Javier Aguirre, el vestuario y el entorno ha sido muy sobrio y repetitivo: “el objetivo son los 42 puntos, paso a paso”. Objetivo logrado y nuevo horizonte a la vista. A nadie se le escapa, que el desgaste físico y sobre todo mental del equipo realizado durante la temporada ha sido muy grande. Pero tampoco es de obviar, que el hecho de haberlo logrado con esta solvencia, alivia al jugador y le motiva aún más para seguir. Así pues, los partidos que quedan no pueden ser de relax, de saborear el mérito de la salvación, sino de seguir luchando por metas que ilusionan, volver a Europa.

Este año se cumplen 25 años de la final de la temporada de “la Uefa de Leverkusen”.  Un equipo que hizo soñar y disfrutar a raudales al aficionado periquito y al resto de la gente. Posiblemente el mejor equipo de la historia del club. Mucha calidad en una plantilla de jugadores ilusionados e ilusionantes, que dejaron huella en Europa. Seguramente esta efeméride no sea la causa más recurrente a la hora de intentar llegar a puestos europeos, pero la palabra clave que sostiene la historia, sí: Ilusión.

La lucha por entrar en Europa debe ser un premio, no una exigencia

El aficionado del Espanyol, acostumbrado más que nadie a sufrir con su equipo, también le gusta soñar y disfrutar. Así pues, no exigirán con impaciencia la clasificación por Europa, pero si se les permitirá la licencia para pensar que todo es posible. Que pese a tener un difícil calendario y muchos equipos luchando en lo mismo, se deben luchar los 90 minutos de los últimos 6 partidos. Sudar la camiseta y correr hasta el último segundo. Si llega el premio, será un enorme regalo y si no, se recompensará su enorme trabajo con su apoyo.

Quizás sea el club más ambivalente que haya, dónde se pasa de luchar por salir del descenso a luchar por Europa sin tapujos, pero es este desorden el que hace especial al club, el que apasiona a su hincha y el que dibuja sonrisas y nervios. La particularidad de la discordia, del entusiasmo enfermizo y de sobrevivir gracias a algo que no cuesta dinero: soñar.

 

Foto interior: lajornada.cat

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Albert Flotats Calafell
Enamorado del deporte, apasionado del fútbol. El arte de escribir va conmigo desde bien pequeño. Creo en el Periodismo objetivo, respetuoso y plural. Como dijo Francis Bacon: La ocasión hay que crearla, no esperar a que llegue.