Las noches de remontada llevan consigo un trabajo de propaganda. No importan los desagravios cometidos en los partidos de ida. Importa el gol de Iván Helguera a Kahn, el remate de Santillana al Borussia y el “miedo escénico”. El Bernabéu llevaba mucho tiempo anhelando veladas en las que el Madrid hacía de las remontadas su leitmotiv, de alterar el orden lógico una forma de entender el fútbol. Una seña de identidad.

Diez años han pasado desde que los blancos volteasen por última vez una eliminatoria, y eso es mucho tiempo para el organismo madridista. Hoy no tocaba una de esas noches de épica desbocada. Tan solo un partido dentro de la cotidianidad clasificaba a los de José Mourinho.

El Real Madrid saltó al campo con la promesa cumplida de su técnico. Iker Casillas, tras la titularidad de Adán en Liga, volvía de inicio a la portería y portaba de nuevo su brazalete. El estadio tributó sonoras ovaciones cuando el speaker nombró a ambos porteros. Por su parte, Mourinho volvió a juntar las aguas. Como Moisés, el entrenador acaba devolviendo el mar a su cauce natural tragándose consigo a los detractores. Las palmas ganaron ésta vez a los pitos.

Cristiano Ronaldo abre el marcador

El Bernabéu sabía que ésta empresa era más factible que otras enjundias en las que se había visto envuelto el conjunto blanco, sin embargo su empuje denotaba una comunión vista solo en partidos grandes. Sucedió así hasta que la ausencia de emoción dictó que la contienda estaba vista para sentencia. La mística de la remontada se encargó de dilapidarla desde muy temprano Cristiano Ronaldo. Su zapatazo, con efecto traicionero, burló la oposición de Sergio para encarrilar un partido que acababa de empezar.

Tras el gol, el equipo blanco no cejó en su empeño de hacer el segundo, que pusiera red debajo del funambulista. Sin embargo, su superioridad le hizo merodear entre la autosuficiencia y la exigencia de cerrar el choque. Entre tanto, pasaron los minutos alternando ocasiones claras con espacios temporales en los que el Celta amagaba con estirarse en pos de encontrar a De Lucas o Bellvís en situaciones de crear peligro.

El ambiente en el Bernabéu era de fiesta y hasta la recta final no se dudó de la clasificación del equipo. Paco Herrera, entrenador vigués, había ayudado a todo ello dejando a jugadores de la talla de Javi Varas, Oubiña, Roberto Lago o Iago Aspas en el banquillo. El técnico visitante entendió que su batalla no consistía en luchar a brazo partido en este encuentro, y sí el sábado en Cornellà-El Prat. El fantasma del descenso impone más que ilusiona la Copa.

Entre tanto, Hugo Mallo se desafiaba con un ciclón. Tenía enfrente un portento donde, sin ir más lejos, Estrada se topó hasta expulsarse. En éstas circunstancias, el lateral no desentonó hasta que cayó lesionado al borde del descanso. Sin embargo, Cristiano Ronaldo fue y vino sobre el campo por donde le plació y encontró la puerta del Celta con una facilidad insultante. Apenas 20 minutos después del primer gol, Modric dibujó un pase a la espalda de los zagueros donde Cristiano apareció de nuevo para cercenar las opciones viguesas.  El portugués fue un azote continuo, un resorte que levantó de sus asientos a los madridistas que desafiaron al frío madrileño.

Expulsión y pruebas en el Madrid

No hubo espacio para la esperanza viguesa. No se atisbaba una mayor reacción del Celta, ni un levantamiento contra la evidencia que se aproximaba. El equipo visitante caminaba hacia su final con entereza, pero sin dar señas de estar inquietos por el desenlace. Tan solo el descanso anestesió al Real Madrid que, sin Xabi Alonso, bajó una marcha que evitó males mayores para los gallegos, a la vez que dejaba cierta incertidumbre por un posible gol vigués. José Mourinho retiró al tolosarra por precaución y con la entrada de Varane dispuso un dibujo distinto al habitual. El 4-3-3, con Khedira, Modric y Essien en el centro, y Ozil, Cristiano y Benzema arriba, fue un campo de pruebas para envites más exigentes que están por llegar.

Más allá de un disparo aislado de De Lucas, que hizo intervenir a Casillas, el Celta no ponía en apuros reales al Madrid, a pesar de que un gol celtiña llevaba el partido a la prórroga. La expulsión de Sergio Ramos aliñó sentimientos agoreros cuando quedaban 20 minutos para acabar el partido y elevaron la intensidad del choque. Las ganas de los vigueses en los instantes finales pusieron el miedo en el cuerpo a una afición que hasta el momento no pensó ni por un momento en el riesgo que conllevaba un resultado tan corto. Fue en esa fase en la que Iker Casillas se erigió para elevar su imagen sobre el Celta de Vigo, sus manos se interpusieron en los disparos vigueses, hasta que éstos acabaron por capitular.

En un oasis de lo que se estaba viviendo, Higuaín lanzó una contra demoledora en la que Cristiano voló por la banda izquierda asistido por el argentino y soltó un zurdazo que finiquitaba cualquier posible reacción viguesa. El estadio respiró y llevó en volandas a su equipo hasta el cuarto, obra de Khedira tras regatear a Sergio.

Con este resultado, 4-0, el Real Madrid accede a los Cuartos de final donde le espera el Valencia. De este modo, el equipo de Mourinho hace bueno el 5-2 en el global de la eliminatoria para apear al Celta de Vigo de la competición copera. Una vez solventado este enfrentamiento, los blancos se centran en el partido contra Osasuna en Pamplona de este fin de semana, antes de iniciar el doble duelo ante el Valencia de Valderde.

Así lo hemos vivido.

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Sobre el autor
Adrián Orzáez
Editor. Redactor del Real Madrid. Licenciado en Economía y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Email de contacto: [email protected]