Soplaba un aire redentor, caían gotas de lluvia sanadora y se escuchaban los alaridos de una afición ansiosa de conseguir dar un paso más hacia las dos cifras mágicas. El equipo de Ancelotti se la jugaba a una carta. No era definitivo, ni lo acabó siendo, pero sí concluso para un conjunto de jugadores que lo entendieron como un problema de moral.  Ese estado de ánimo dio un vuelco y centraron sus esfuerzos en la victoria.

No era el mejor Borussia, no era el equipo fiero que salía como fuego de la boca del dragón. Fue más humo, dispersado por el viento que producía la velocidad explosiva del Real Madrid. Los madridistas cambiaron de tercio y fueron otra vez el miura que asustaba hace apenas 10 días. El obligado descanso de Modric revitalizó no solo las piernas del menudo croata, sino el alma de un equipo herido en su orgullo.

Modric e Isco guían al Madrid

Las derrotas consecutivas y el frío bálsamo rayista coleaba en el ambiente, nadie quiso sacarlo a la palestra. No hizo falta para ver espabilar a un equipo temible que, como hiciera ante el Schalke, ninguneó al equipo alemán. Abrió su boca, enseñó los dientes y Jürgen Klopp pudo ver lo que hace un año le hubiera asustado.

El Bernabéu, enrabietado, juraba venganza. Soñaba con devolver una dolorosa derrota y el destino ponía la oportunidad a sus pies. Una herida que aún supura. Dolía más que la eliminación, la sensación de equipo, el conglomerado perfecto y el entusiasmo que apeó a los blancos cuando todos querían ver Londres. No vieron su cercano enemigo, ni cuando este le pasaba por encima. 

Aprendiz de sus errores, los blancos se congregaron ante su público para hacer suyo el duelo. Los alemanes, como un perfecto coral, agazaparon sus balas en la retaguardia, entendiendo que su batalla se divisaba a una semana vista. El equipo de Klopp dispuso un partido a la contra, tapando huecos y obligando al Madrid a llevar el ritmo y a disponer del balón como castigo. En este escenario, la rapidez en el corte de los centrales se antojó clave y el Borussia se enredó en su propia red.

Gol para comenzar

Pronto enseñó sus armas el Real Madrid aprovechando la debilidad de Durm. El lateral alemán sufrió una estampida a los 2 minutos de empezar, encabezada por Benzema, Carvajal y Bale. El galés enganchó con Carvajal para abrir muy pronto el camino. El gol de Gareth Bale despejaba dudas antes incluso de que aparecieran.

El problema que se encontró Ancelotti a media tarde con la ausencia de Di María, lo convirtió en virtud. Isco salió enchufado y con duende. Luchó, corrió y creó. Fue el jugador que hizo lucir a un equipo infinitamente superior que abusó de unos germanos que apostaron todo al amarillo. El malagueño, enaltecido por una vendetta que también le afectaba, aumentó la renta colocando el balón en el rincón.

Cristiano cierra el marcador

Muy seguro de su plan, fiándose de sí mismo, los blancos percutieron sobre la barrera amarilla. Los alemanes intentaban aguijonear a la contra pero de forma inocua contra una defensa muy seria que cuando flaqueó no recibió el máximo de los castigos. Duro correctivo el que apuntilló al Borussia de la zurda de Cristiano Ronaldo previo drible al portero.

Cristiano Ronaldo se retiró con molestias

Cuando el famoso equilibrio comenzó a perderse con el paso de los minutos, Ancelotti hizo entrar a Illarramendi. La calma y la contención del vasco tranquilizó el intento de reacción del Borussia sin desguarecer las opciones de contra del Real Madrid. Los blancos invitaron a su visitante a buscarle para encontrar a su espalda un mayor premio, aunque los minutos solo trajeron el susto de Cristiano que abandonó con premura el partido.

El Real Madrid cerró de este modo un partido de ida extraordinario que le acerca a las semifinales ya que solo una debacle aún mayor que la del pasado año les alejaría de este hito (con 4-1 pasaría el equipo de Ancelotti).  Los goles de Bale, Isco y Cristiano vengan, un año después, el duro correctivo de Dortmund.

Así lo vivimos.