Transcurría el Torneo Metropolitano de 1984, aquel en el que brilló el Argentinos Juniors que dirigía Roberto Saporiti. La fecha 13 era el momento elegido para revivir una nueva edición del Superclásico del fútbol argentino: Boca Juniors - River Plate. Pero no sería un enfrentamiento cualquiera entre los dos equipos más importantes del país, ya que este presentaría un escenario conocido con un marco jamás visto, lo que fue el contexto más insólito de todos los tiempos para esta gran cita: River visitaba a Boca en El Monumental.

Ambos conjuntos venían de atravesar malos momentos. El Xeneize estaba en la peor crisis institucional de toda su historia. Por su parte, el elenco Millonario venía de campañas en las que casi desciende a la segunda categoría, pero estaba en proceso de recuperación y, de hecho, dos años después llegaría a la cima de América y del mundo. El mal pasar del club de la Ribera, entre otras circunstancias, implicaba una suspensión de la mítica Bombonera. Solo podían utilizarse los viejos palcos, el anillo inferior y una platea.

La situación única que ofrece este estadio para albergar el partido más significativo del fútbol nacional se vería fuertemente debilitada. El clásico espectáculo de La Bombonera latiendo ante el rival de toda la vida no sería el mismo. Quizás en estos tiempos, en los que los hinchas visitantes deben mirar el partido por la televisión, no sería dificil imaginar algo parecido; pero por aquellos años, no podía permitirse tal falta de respeto a la mística de Boca y River.

Fue entonces que al presidente de la entidad de la Ribera, Domingo Corigliano, se le ocurrió una idea: recibir de invitado al dueño del Monumental en el mismo Monumental. Solo bastó con el visto bueno de la máxima autoridad del club de La Banda, Hugo Santilli, para que la rara iniciativa se hiciese realidad.

El 24 de junio de 1984, River fue a su casa con motivo de visitar a Boca. Los alcanzapelotas estaban vestidos de záfiro y oro. La voz del estadio informaba novedades de las inferiores boquenses. Los socios xeneizes ingresaban gratis a las tribunas mientras que los millonarios tenían que pagar sus entradas. Lo único que se conservó fue la ubicación habitual de ambas parcialidades, los de azul y amarillo en la Centenario y los de blanco y rojo en la Almirante Brown. River le había prestado su casa a su máximo rival para que éste organice una fiesta y lo invite a presenciarla en su propio hogar.

Sin embargo  (a diferencia de como ocurrió en otros partidos de la década del ´80, cuando el Antonio Vespucio Liberti estaba divido a la mitad)  la gente de Boca no llenó la cancha de River. Era muy malo el momento del club y mucha la humillación que sentían los hinchas xeneizes por tener que recibir al peor enemigo en sus propias parcelas. En consecuencia, no supieron aprovechar la oportunidad oficial de ser anfitriones de River en casa de River.

El partido terminó 1-1. Ariel Krasouski había abierto el marcador para los locales de turno e Ivar Stafuza, con un gol en contra, puso el empate para el verdadero dueño de casa. El partido fue entretenido y con numerosas situaciones para ambos conjuntos. Para colmo, la lluvia sumó un ingrediente más para convertir un partido histórico en uno épico.

Así fue como se desarrolló el Boca - River más insólito en lo que a escenografía se refiere. Un contexto aparte, para un Superclásico aparte.

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Sobre el autor
Federico Menteguiaga
Argentino | 18 años | Periodismo Deportivo en Deportea | Redactor de Boca Juniors y Tenis | Coordinador de Más Deportes y Vóley -vivir riendo y creando sonrisas-