En los libros de historia faltan datos importantes. El caso del fútbol no es la excepción, ya que todo lo que se cuenta, es lo que pasó desde que a los jugadores les pagan por jugar a la pelota. Otros tiempos eran los que corrían en 1928. Si bien, el profesionalismo empezaba a asomarse (de hecho, tres años después se consumaría), todavía se jugaba por el honor y el amor a los colores. Lo que se buscaba era la gloria, no un premio o una remuneración.

En ese contexto, en el cual ya se jugaban torneos competitivos, un jóven Superclásico tenía lugar el 23 de diciembre de aquel año por el campeonato de la Asociación Argentina de Football. Pero este sería un capítulo histórico y, quizás, el más particular de la historia del Boca - River.

En el antiguo estadio xeneize situado en La Boca, el local recibía a un River que venía desde Recoleta para disputar el partido, ya que todavía le faltaba una década para asentarse en Nuñez. A los 3´ Domingo Tarasconi, a los 30´ Esteban Kuko, a los 40´ nuevamente Tarasconi, a los 55´ de vuelta Kuko y a los 70´ Roberto Cherro, eran los goles que estaban decretando un resultado histórico en el Superclásico. Boca le estaba ganando 5-0 a River.

Si bien el resultado fue catastrófico, es cierto que el conjunto millonario, que aún no tenía ese apodo, estuvo en inferioridad de condiciones gran parte del encuentro. A los veinte minutos, cuando el Xeneize ya ganaba 1-0, Alejandro Giglio y Jerónimo Uriarte (jugadores de River) chocaron sus cabezas y ninguno de los dos pudo continuar. Aún no existía la posibilidad de hacer sustituciones y al partido lo jugaban once contra nueve.

Pero faltaba el plato fuerte. Cuando restaban diez minutos de juego, otro jugador visitante, Francisco Gondar, también debió abandonar el campo por una lesión. A los 82´, Roberto, Cabezita de Oro, Cherro volvió a hacerse presente en la red y colocó el 6-0. Ante tamaña humillación, Camilo Bonelli, el capitán de River, le pidió al árbitro, Eduardo Forte, que finalice el encuentro.

El público azul y amarillo estalló. Aquel viejo estadio de estructura metálica y tablones de madera se vino abajo. Nadie podía creer lo que acababa de suceder. Aquellos que presenciaron el partido fueron testigos de un hecho único y que hasta hoy, 86 años después, no volvió a ocurrir.

"Boca es un cuadro de garra. Seguro en todos sus puestos, potente en defensa y peligrosísimo en ataque; va barriendo a sus adversarios en forma definitiva”, afirmó el diario Última Hora sobre el encuentro.

Así fue como se dio el resultado más contundente y dispar en la historia del partido más importante del fútbol argentino. Boca Juniors 6-0 River Plate.