Definitivamente este no fue el año de Boca Juniors. Igualmente, en todos los equipos hay rendimientos que te impresionan, tal vez otros que preocupan un poco más y también están esos que te permiten esperanzarte a futuro. Un año más, VAVEL analizará línea por línea el juego del equipo de Rodolfo Arruabarrena - y en parte del ciclo al mando de Carlos Bianchi - en este año que se termina.

UN ARCO SIN COMPETENCIA

El arco azul y oro se acostumbró siempre a tener a grandes guardianes. En la historia quedaron nombres como Patricio Abondanzzieri, Óscar Córdoba, entre otros. En la actualidad, se encuentra Agustín Orión. Aquel tímido arquero de San Lorenzo y Estudiantes, se transformó en un león dentro de la cancha e incluso estuvo cerca de entrar a la zona de los generales, pero tal vez algunas palabras de más no le permitieron galardonarlo.

Su rendimiento fue de los mejores del equipo, ¿por qué? En las paradas más difíciles fue cuando más se agrandó. En los partidos en lo que dirigía el Virrey, muchas veces el marcador en contra no era más abultado gracias a él. Después vino el Vasco, el equipo mejoró y tampoco desapareció: los penales frente a Deportivo Capiatá fueron un claro ejemplo.

Ya cerrando el torneo, su juego fue mermando cada vez más y eso tiene un simple motivo: la competencia. En el banco está Emanuel Trípodi y, realmente, no es una amenaza para el titular. El ex jugador del Pincha necesita una nueva motivación, alguien que le esté pisando los talones y esté con los dientes afilados para arrebatarle el puesto, y que esto lo catapulte a superarse en su nivel nuevamente. ¿Será Guillermo Sara?

Memorable partido frente al equipo paraguayo. Foto: elcomercio.com

RECOMPONER UNA RETAGUARDIA DESCUBIERTA

Fue un año difícil para la defensa: sufrió muchas variantes y nunca se le permitió afianzarse. Bianchi probó de todas las formas, todas las duplas centrales que podían aparecer. Por el costado apareció Grana como también Marín, en el otro costado pasaron Zárate, Insúa y hasta Colazo pero las mejorías nunca aparecieron. La debilidad que existía en el fondo Xeneize era gigante, y como un equipo se arma de atrás para adelante, era medio difícil seguir con el resto cuando tenías la retaguardia descubierta.

Luego apareció Arruabarrena y florecieron las esperanzas de que nuestro fondo se iba a empezar a cerrar de a poco. Eligió a sus cuatro soldados en el fondo y los mantuvo hasta el final: por la derecha borró a Grana y afirmó al pibe Leandro Marín, que de a poco le fue dando resultados y respondió a la altura de las expectativas. Luego, en el centro colocó a Daniel Díaz y a Juan Forlín, que con su debida confianza se fueron afirmando partido tras partido, llegando al punto de transformar al ex Espanyol en un pilar fundamental del equipo.

Por el otro costado, el experimento de Nicolás Colazo, quien logró una racha de partidos a un altísimo nivel y se convirtió en una gran variable a la hora de atacar. Pero el problema fueron las lesiones a mitad del Torneo de Transición: primero estuvo el Cata y luego Forlín, eso causó que ingrese Claudio Pérez que no terminó de convencer con su juego hasta el límite de que ingrese Juan Cruz Komar, defensor canterano.

Igualmente también se sacó algo bueno de esas lesiones. Lisandro Magallán mostró un gran nivel cuando tuvo que reemplazar al nivel de que manifestaban que el joven tendría que quedarse dentro de la cancha. Pero el "refuerzo" clave para esta defensa fue la inclusión de Cristian Erbes. El Pichi en esa posición de mediocampista defensivo ayudó mucho y dio otra seguridad a la dupla central a la hora de contener los ataques rivales.

¿Qué pasa a futuro? Los centrales están bien, tal vez falte recambio pero pueden funcionar. Donde se debe apuntar es a los carriles, los actuales no pueden marcar el zurco en la cancha y a la vez no descuidarse en la marca, hacen una u otra. Por eso se necesitan refuerzos que den un salto de calidad y esperanzas de recomponer a esta descubierta retaguardia.

Parte fundamental de la columna vertebral del equipo. Foto: Télam

MUCHA GARRA, POCAS IDEAS

Esa es la definición justa. En el medio no se guardaba absolutamente nada, muchas veces muy desordenado -especialmente con el Virrey -, pero en el sentido del esfuerzo no había reproches. El problema del año fue la falta de imaginación, la falta de ideas.

El Xeneize siempre se paró con cuatro en la mitad de la cancha, colocando una especie de doble cinco y los dos que recorren las bandas. El técnico más ganador de la historia del club probó muchas variantes pero se le notaba cierta preferiencia por parar a Gago y Bravo en el centro, por el carril derecho lo colocaba a Erbes -no es su posición- y por el otro costado, generalmente, jugaba Carrizo.

Los resultados no acompañaron y al pibe Bravo lo quemaron, no lograba hacer pie en esa complicada línea de volantes, y para colmo, a pesar de que no funcionaba, Bianchi seguía insistiendo con el juvenil en esa posición. Por otro lado, el Pichi en esa faceta no servía, él es más tapón y allí no podía demostrar todo su esplendor.

Fernando Gago, lejos del nivel que se lo acostumbraba ver en la Selección, encima fue al mundial y tampoco sumó, para atrás. De la primer mitad del año, se puede rescatar a el Pachi quien de a relámpagos aparecía con su potencial ofensivo para encarar y dejar atrás a los rivales. Además, también probó formaciones con Castellani como enganche pero la falta de jerarquía le ganaron a las ganas del ex Godoy Cruz.

Ya con el Vasco, pareció que la situación se acomodó un poco más. El DT colocó a Erbes adelante de los defensores, puso a Gago en el medio con libertad para moverse por todo el ancho de la cancha y se la jugó por Fuenzalida. Sí, el chileno se tiraba a la derecha y hacía todo el recorrido, si tenía que bajar, bajaba, o también podía llegar hasta el fondo, desbordar y tirar el centro. Luego, comúnmente, jugaba Carrizo por la izquierda. Además, estaba la primer variante fija en todos los partidos, incluso, intercambiando puesto titular: Marcelo Meli.

Con sus ganas y el altísimo nivel que mantuvo al inicio de la nueva era del ex DT de Tigre, se fue ganando el puesto. Mucha garra, siempre. Hacia el cierre de este último campeonato, parecían florecer las ideas pero igual no terminaron alcanzando. Por otro lado, la prometedora aparición del joven Cubas, con características que le favorecen al despliegue por todo el ancho, gran recuperación del balón y, aunque, le falta un poco más de físico, lo recupera metiendo más de lo común. En fin, falta un ideólogo, uno que con su talento o con su experiencia, maneje los ataques del club de la Ribera.

Dos piezas claves del funcionamiento del equipo. Foto: tierradecracks

UN ATAQUE SUFRIDO

En la delantera de Bianchi, Juan Manuel Martínez y Emanuel Gigliotti eran intocables. Es verdad que el Puma se ganó su lugar logrando una importante cantidad de goles en el anterior torneo, pero en el caso del Burrito era distinto. El jugador no tenía un gran nivel y lo seguía manteniendo. La primera alternativa era Luciano Acosta, el juvenil que, con la salida de Riquelme, reflotó al equipo mostrando un gran carácter a la hora de hacerse dueño de la ofensiva azul y oro.

Con Arruabarrena al mando, los nombres comenzaron a cambiar debido al propio rendimiento de los futbolistas. Aparecieron Jonathan Calleri y Andrés Chávez, los dos flamantes refuerzos que había incorporado la institución en el último mercado de pases. El oriundo de All Boys, manifestó una importante capacidad a la hora de aguantar la pelota de espaldas al arco, y rebotar para seguir jugando con los extremos que pasen, y no solamente eso, también llegó al gol, obtuvo 6 goles en el campeonato, que le terminó ganando la pulseada a un apagado Gigliotti.

Por otro lado, el Comandante -ex Banfield- se ganó el reconocimiento del hincha de Boca por su entrega a la hora de jugar, con su agilidad y destreza a la hora de atacar, en velocidad y con toda su potencia podía dejar a cualquiera en el camino, importante descubrimiento del Vasco.

La preocupación del equipo en este año no fue exactamente por los de arriba. Siempre metían más de las que erraban. Lo que les pasaba a ellos era que sufrían mucho. Al 9 le tocaba jugar tenía que bailar con la más difícil. Chocaba una y otra vez con los centrales y era muy común de ver en los partidos, con el medio falto de creatividad, eran pocas las que le quedaban a los delanteros. Así fue como siempre fueron muy pocas las chances que tenían los atacantes y, por ende, no podían desperdiciarlas. Un laburo sufrido para el ataque. Entonces, la ofensiva no es necesaria tocarla, falta gente que le haga llegar la pelota a ellos.

Estandarte de la ofensiva. Foto: FoxSports

Concluyendo, a simple vista se sabe que Boca Juniors estuvo lejos de cumplir sus objetivos. Pero, a pesar de ello, el nuevo entrenador, el rendimiento sorpresivo de algunos jugadores y un buen movimiento de la dirigencia para reforzar, abren una nueva ventana de esperanza para el hincha, que en las buenas y en las malas estuvo allí.

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