Boca se ve atravesado hoy por diferentes factores que hacen que todas las miradas estén, más de lo habitual, centradas en lo que pasa en la institución. Cuestiones ególatras que no contribuyen a calmar el escenario, la falta de títulos y las elecciones que se acercan, conforman un fierro caliente que pocos querrían tomar. Pero el Vasco, lejos de verse amedrentado, tomó las riendas de un plantel que hoy se presenta, en cuanto a nombres, como el mejor.

Rodolfo Arruabarrena le aporta al banco de Boca, esa humildad y la pasividad para hablar que en el club estaba faltando. Como futbolísta fue un gran lateral izquierdo y como entrenador podemos ver que su puesto como jugador, ha dejado marcas en lo que ahora es su profesión como director técnico. Decimos esto ya que, entre los refuerzos que trajo, la mayoría son defensores. Repasemos: Marco Torsiglieri, Gino Peruzzi, Leandro Monzón, entre otros.

En sus años como jugador, compartió vestuario con jugadores como Riquelme y por eso entiende la necesidad de que en su equipo alguien lleve la 10. Pidió a Lodeiro y el uruguayo ya es jugador de Boca.

Agarró la conducción técnica luego de la salida de Bianchi. Fue en la quinta fecha del torneo de Transición 2014. Boca se impuso 2-1 frente a Vélez y de allí en más, los números del vasco son muy buenos. Dirigió 24 partidos oficiales- incluyendo el desempate con Vélez. Obtuvo 13 triunfos y 5 derrotas. Inclusive, tuvo mala fortuna en la semifinal de la Sudamericana con River y se quedó en las puertas de la final.

No fue hace mucho que Arruabarrena se retiró como jugador. Lo hizo en 2010 jugando para la Universidad de Chile. Entiende el juego como futbolísta tanto como entrenador y eso le da un plus de confianza que lo hará llegar lejos.

Cuando asumió como director técnico tras la ida de quien fuera su entrenador, la excusa fue- y con razón- que a esa altura Boca estaba ya sin posibilidades de ser campeón. Hoy con un equipo no consolidado pero si en camino a serlo, Boca no solo deberá ser protagonista, sino que el Vasco tendrá la obilgación, junto con sus jugadores, de sumar una estrella más al escudo azul y oro.