A sus 28 años, y con la posibilidad de quedarse con el puesto de centrocampista titular, tras la ida de Somoza y la dificultad del retorno de Pelletieri, el Alemán volvió a Lanús para obtener su segundo título personal, en su carrera y con el Granate. Miembro pleno de la obtención del Apertura 2007, que maniobró los hilos del equipo desde el medio de la cancha, también fue parte de tres subcampeonatos (2006, 2011 y 2013).

El romance comenzó con 2004, luego de que Matías haga las Inferiores en el club y debutara con el plantel profesional en aquél año. Tuvieron que pasar 6 años más para dar el salto a Europa, aunque no a un club de primer nivel: el Hércules de España contrató sus servicios por un año en constancia de cedido. Al año comenzó a extrañar los colores y volvió, para quedarse hasta 2013 y vivir una época que empezaba a ser dorada para Lanús, que concluyó el año con la Sudamericana, aunque Polaquito no estuviese presente. Su tercer club, y el último, fue uno turco; Kasimpasa SK adquirió al volante, donde tampoco pudo convertir tantos.

Como en ninguno de sus equipos que no fuese Lanús. Ni en el Hércules, ni en el Kasimpasa. Solo en el Granate se encariñó con la pelota y la red. En la primera etapa, gritó en cinco oportunidades, mientras que en la segunda tuvo la oportunidad de convertir tres veces. Ahora, que todavía no debutó oficialmente, quiere mantener aquél anhelo y, por supuesto, levantar algún trofeo.

De altura media (1.79), firmeza y precisión, el mediocampista granate fue el primero en llegar este verano. Aunque, en realidad, no se fue. Siempre tuvo la mente en Lanús, pese a estar visitiendo otras camisetas, otros colores. El color rojo de su sangre empezó a transformarse en bordó. En granate, más precisamente.

Matías Fritzler no es un jugador cualquiera. Fue el alma del Apertura 2007, el único torneo doméstico con el que la institución del sur cuenta en sus vitrinas. Por ende, todos son tratados como se los merecen: ídolos. Y el 5 no es la excepción, y más cuando fue parte de esa columna vertebral que asustaba hasta los equipos históricos.

De una pegada magistral, su pie es el punto más fuerte que tiene su sabiduría. Lo maneja como si fuese una mano, con naturalidad. La pisa, espera con ese temperamento característico y pasa a la opción más indicada. Siempre con la mirada en lo más alto, como adonde apuntan sus objetivos, para ubicar su mirada como si fuese un tercer plano, uno panorámico.

Para eso volvió Fritzler; para reforzar a Lanús, su historia y su respeto, como aquél que le tenían todos en los mejores momentos. Para otra vez gritar campeón, con goles, como lo logró siempre. Para dejar al Granate en lo más alto. Para que la sangre de todos los hinchas se mantengan del mismo color. No rojo, sí granate.