El pedido fue claro: "Quisiera que la gente nos apoyara". El autor de la solicitud, el propio D.T. del equipo, Jorge Almirón. Y la gente de Independiente respondió con creces colmando cada tribuna del Estadio Libertadores de América.

El buen inicio ante Newells y la llegada de refuerzos motivó aún más la ilusión del público, pero lo expuesto en cancha contrapuso aún más al técnico con los hinchas.  En el arranque del encuentro, el Rojo mostró actitud y fútbol para empujar a Sarmiento hacia su arco. Lucas Albertengo y Matías Pisano aparecían movedizos y rápidos para generar la sensación de que podía ser una buena tarde para el conjunto de Avellaneda. 

Sin embargo, poco a poco el local comenzó a apagarse. Perdiendo el mediocampo y el control del balón las situaciones ya parecían complicadas. Salvo por un remate de media distancia de Federico Mancuello, poco era lo que podía rescatarse en materia ofensiva por parte de los Diablos Rojos

Ya en el complemento, el trámite no mejoró. Por momentos, perdidos en el campo de juego y sufriendo de un partido que sólo podía considerarse como trabado y desprolijo. 

Con los ingresos de Martín Benítez y José Valencia el entrenador le dio mayor velocidad al equipo, sin embargo ninguno de ellos pudo plasmar claridad para el ataque. Con el correr de los minutos y el marcador en desventaja solo sirvió para generar más empuje que el fútbol que tanto pregona el técnico en sus declaraciones. 

De esta manera y con el gol de un Pisano que pasó desapercibido durante gran parte del juego, solo sirvió para salvar las ropas en casa. El pitazo final generó la explosión del público en una silbatina monstruosa y el repudio para con un Jorge Almiron que, con todos sus pedidos cumplidos por parte de la dirigencia, continúa siendo más lindo lo que dice que lo que consigue explayar con sus dirigidos. Por ahora, como reza el refrán, del dicho al hecho, en Independiente hay un largo trecho.