Pudo ser y fue. El Millonario se enfrentaba de local ante Guaraní, por el partido de ida de la semifinal de la Copa Libertadores. Ilusionado, comenzó a caminar hacia la cancha, que estallaba. Las tribunas repletas, los colores rojo y blanco decoraban a todas las personas allí reunidas, cantos ensordecedores y fuegos artificiales iluminando el cielo: así fueron recibidos los jugadores en el Templo.

21 horas de la noche fría del martes 14 de julio de 2015. Luego del impaciente receso por Copa América, llegó el día. El desafío de River era mantener su arco en cero e inflar la red del rival. Y vaya si lo logró.

En los primeros minutos vimos un partido parejo, donde ambos equipos mostraban tranquilidad. Sin embargo, el visitante era quien parecía más prolijo. Está situación incomodaba en silencio a los hinchas de River, que cantaban y alentaban desde la previa.

Con el correr del cronómetro, el Millonario se fue acomodando en la cancha, generando más riesgo y situaciones de gol en el campo del rival, quien a su vez aparecía de vez en cuando de contra y hacía parar los corazones de los hinchas.

Tiros libres, corners, rebotes, cabezazos y remates, todos sin suerte para el local, quien además le faltaba velocidad y precisión. 

Así se fueron al entretiempo, con un millón de dudas en cada cabeza, desde los jugadores, el cuerpo técnico, hasta los espectadores.

Comenzó el segundo tiempo y nada parecía haber cambiado. La pelota era solidariamente compartida entre los equipos y el partido se comenzó a hacer de ida y vuelta. Hasta que River comenzó a afianzarse, acomodarse, y a los 14 minutos, en un córner, de un rebote en las piernas de Mercado sale un gol que hizo estallar a todos de felicidad. Solo, solito y solo quedó el defensor para marcar el 1 a 0 ante los paraguayos. Sonrisas, gritos, besos y abrazos. Aliento. 

Parecieron aflojarse los nervios en las personas pero River no se iba a conformar, no tenía que conformarse. Tenía que valorar la victoria en un partido ajustado, pero tenía que ir por más. Y así fue.

A los 30 minutos del complemento, tras una habilitación estupenda del nuevo refuerzo, Lucas Alario, Rodrigo Mora queda solo enfrente al área y encaró para el arco desde la derecha. El lujo no es vulgaridad, Rodrigo. Levanta la cabeza y la pica sobre el arquero. Go la zo. La gente festeja como loca, se abrazan, se besan, pero más que nada se rompen las manos para aplaudir la belleza de gol que hizo el tipo. Un golazo de verdad.

La historia parecía estar cerrada, aunque el rival avisaba  en ocasiones de contraataque que quería el gol. Un poco más de River se vió y varios habrían jurado por ese tercer gol que no se dio. Pero la verdad es que a River le alcanzó en este partido. Fue más y justificó la victoria bien.

Pero ahora, la cosa sigue en Asunción. Allí es donde hay que hacerlo, ir con todo, ganar, destrozar con elegancia al rival, y poder llegar a la final tras 19 años.

Es la hazaña que River tiene que lograr. Es la hazaña que desvela cada noche a los millonarios. Es la hazaña con la que sueña Gallardo. Es la hazaña que va a callar muchas bocas. 

Nos vemos en una semana, Guaraní. Preparate, porque River va con todo y por todo.