Hay que disfrutar. Cuando se puede, hay que saborear el gusto de la Primera División. Es cierto, Chicago vive hoy en un globo que está más cerca de pincharse y caer a tierra que de subir hasta el cielo. Pero mientras el viento sople fuerte, hay que aprovecharlo. Por eso, cuando la realidad marca terapia intensiva, un triunfazo de visitante (primera vez en la historia), ante Vélez (clásico rival, que no le ganaba desde el 82) y ¡empezando 1 - 0 abajo! es como una dosis de salud, más si Colón pierde otros dos puntos y la diferencia por el descenso queda a 5.

El local se puso en ventaja tras un córner, luego de una serie de rebotes que favorecieron a Emiliano Amor. El central se encontró con la pelota y la mandó a guardar. Forestello no podía creer que todo el trabajo en la semana y se desplomara como un castillo de arena. El equipo volvió a armar los cimientos a partir de una idea muy ofensiva (4-3-3, con dos laterales que terminan en el área rival, un volante ofensivo y tres puntas que se mueven por todo el frente de ataque) y se llevó su premio: Leandro Somoza quiso rearmar la salida del equipo jugando con el arquero, pero su pase fue interceptado por Carrasco, quien de cachetada estampó el empate. A los 13 minutos el clásico ya había cumplido con creces. 

El PT se cerró parejo, con un Chicago mejor parado y un Vélez nervioso, producto de la juventud de vario de sus jugadores y la falta de buen pie de los más experimentados (Somoza como mayor exponente). Forestello tenía dos opciones de cara al complemento: o Chicago se metía atrás y se iba de Liniers sin la huella del descenso (con el empate no dependía de otros resultados), o se la jugaba y buscaba los tres puntos.

El Yagui eligió la segunda chance. Y le fue muy bien, porque a los 20 segundos de la segunda etapa Baldunciel y Vera, dos pibes que parecían estar en Primera desde hace años, toquetearon por el costado derecho, hasta que el volante ingresó al área y tiró un centro rasante que conectó el goleador del equipo, el Tano Gagliardi, para poner el 2 a 1 y desatar la locura de los jugadores de Chicago.

Vélez tuvo que salir a buscar el empate, más por la obligación de la localía y por el grito enfurecido de su hinchada que por decisión propia. El enojo del público fue, una vez más, la huella negra de un vibrante encuentro. Entre los 37' y 48' el juego estuvo detenido por una bandera que apareció en la tribuna del Fortín, en alusión a su clásico rival y sus chances de volver a la B Nacional.

Por suerte, los hechos no fueron mayores, el juego se reanudo y el equipo de Russo contó con oportunidades para empatarlo, pero se encontró con un Lanzillota espectacular, con un nivel digno de un arquero de Primera División, como para que la gente de Chicago no extrañe a Sánchez o Tauber. 

Balió, 15 minutos después de lo estipulado, pitó el final y todo Mataderos se dio el gusto de disfrutar una victoria ante su clásico y sumar tres puntos más que importantes de cara a la lucha por el descenso. 

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