El cierre del 2015 no es de lo mejor para el conjunto de Boedo. Si hay que hacer un balance, el equipo peleó el torneo de principio a fin y nunca se dio por vencido. Sin embargo, la falta de recambio les jugó una mala pasada ante algunas bajas importantes, como la de Leandro Romagnoli. Pese a haber clasificado a San Lorenzo, nuevamente, a la Copa Libertadores, Edgardo Bauza decidió dar un paso al costado en la dirección técnica del equipo.
El combinado azulgrana no hizo grandes erogaciones en los mercados de pases que se abrieron para incorporar. Los dirigentes del conjunto de Boedo trajeron lo justo y necesario, por lo que el plantel fue algo corto para ir por una triple competencia (torneo local, Copa Libertadores y Copa Argentina). En el primer semestre, llegaron Sebastián Blanco, Matías Caruzzo, Franco Mussis y Alan Ruiz (regresó luego de un préstamo en Gremio); pero se fueron siete jugadores. En el segundo semestre solo se incorporó Álvaro Montero y regresaron de sus préstamos Nicolás Blandi, Fernando Elizari y Martín Rolle. Aunque se irían otros siete jugadores del equipo.
Como bien dijo su entrenador, San Lorenzo se quedó “sin nafta”. El Ciclón sufrió algunas bajas claves en el mediocampo y, pese a las buenas intenciones, no se pudieron reemplazar fácilmente. La primera, y quizá la más importante, fue la del Pipi Romagnoli. El enganche debió ser intervenido quirúrgicamente y regresó en la ante última fecha, en medio de lágrimas porque el Patón Bauza había tomado la decisión de alejarse una vez finalizado el torneo. Luego, el que cayó fue Pablo Barrientos, quien era el reemplazante natural del ídolo azulgrana. Después cayó Blanco y atrás suyo uno de los baluartes del juego del conjunto de Boedo: Néstor Ortigoza.
El Ciclón no pudo sortear las adversidades que se le presentaron, pese a los esfuerzos que hizo. De todas maneras, realizó un gran campeonato, en el cual terminó segundo y en ningún momento cedió en la lucha.