Entre tantas historias, entre tantas anécdotas, entre tantos títulos y gloria que complementan la historia del Club Atlético Independiente, ocurrió en 1978 una proeza que caracterizó por siempre a la estirpe y el paladar negro del auténtico hincha del Rojo.

Mientras finalizaba el año 1977, culminaba a su vez el por entonces llamado campeonato "Nacional", al cual habían llegado a la final Talleres de Córdoba e Independiente de Avellaneda. La consumación de las finales se llevaron a cabo a comienzos del año siguiente ya que el Torneo Metropolitano del 77 se extendió hasta noviembre, alterando el cronograma de encuentros. La definición del torneo se realizó mediante dos finales: la primera fue en Avellaneda, donde empataron 1 a 1 el 21 de enero de 1978, mientras que la revancha fue el 25 del mismo mes.

Tras conseguir un buen resultado en Avellaneda, la "T" debía definirlo en su casa. Talleres tenía un gran equipo, muchos jugadores del albiazul a su vez jugaban para la Selección Argentina, que fue campeón mundial al año siguiente. El "matador" era un gran atractivo del fútbol local en aquellos tiempos, ya que representaban al interior del país.

Por su parte, Independiente estaba plagado de figuras pero solo consiguió un empate en la ida y tenía que ir a vencer a la Talleres en Córdoba, o conseguir un empate por más de un gol, ya que el bono por gol de visitante valía doble en aquel entonces. Los equipos formaron así:


Talleres: Guibaudo; Astudillo, Galván, Binello, Ocaño; Reinaldi, Ludueña,Valencia; Boccanelli, Bravo, Cherini.
DT: Ricardo Saporiti.


Independiente: Rigante; Pagnanini, Villaverde, Trossero, Pérez; Larrosa, Galván, Bochini; Brítez, Outes, Magallanes.

DT: José Omar Pastoriza.


Junto al calor sofocante de enero y la inminente expectativa, el juez Barreiro pitó y el cotejo comenzó. Pasaron 29 minutos para que se abriese el marcador. Larrosa colocó un centro desde la izquierda que fue bajado por Trossero, y allí es donde apareció el delantero Outes que decretó de cabeza el 1 a 0 parcial. Independiente se fue al descanso acariciando el torneo.

A los 15 minutos de la segunda etapa, el juez otorga un dudoso penal para los locales: Cherini lo cambió por gol. A 30 minutos de finalizar el partido, la historia de Avellaneda se repetía en Córdoba. Estaban en tablas, aún no había campeón. Pasaron 10 minutos cuando Boccanelli da vuelta el resultado con un gol más que polémico: el gol fue convertido claramente con la mano del delantero, un certero puñetazo que fue ignorado conscientemente por Barreiro. La multitud cordobesa estallaba de alegría, aunque el resultado era injusto por los horrores arbitrales que desataron la bronca contenida del plantel de Independiente.

Tras una eufórica y desencajada protesta de los jugadores visitantes, el mismísimo juez Barreiro expulsó a Galván, Trossero y Larrosa. El Rojo se quedaba con 8. Pesadilla para Independiente: con 3 hombres menos y una arbitraje vergonzoso y perjudicial debía hacer un gol para empatar el partido y coronarse. Los jugadores de Independiente no tenían ánimos para seguir jugando, y ante la injusticia del bochornoso arbitraje quisieron abandonar el campo. Pero eso no ocurrió: el entrañable José Omar Pastoriza reunió a los jugadores en el campo y les dijo: "VAYAN, SEAN HOMBRES, JUEGUEN Y GANEN".


Caricatura del momento más importante de la final con las palabras de Pastoriza.

El partido se reanudó cuando los jugadores volvieron a sus puestos y Pastoriza hizo ingresar a Bertoni y Biondi para revertir el resultado. Independiente debía marcar un gol para ser campeón con 8 jugadores, algo que para cualquiera es imposible. Pero Independiente no es ese "cualquiera". A tan solo 7 minutos del final llegó el gol que silenció a todos los cordobeses presentes. El máximo ídolo de la historia de Independiente, Bochini, agarró la pelota al haber pasado la mitad de la cancha, gambeteó a un rival y cedió para Bertoni, quien a su vez en la puerta del área tocó la pelota para Biondi. La defensa de Talleres estaba desesperada. El arquero Guibaudo salió exasperado a tapar el supuesto tiro del empate, pero Biondi corrió la pelota hacia el medio, se sacó la marca del arquero e instantáneamente se la pasó al mágico Bochini que venía en carrera. El 10 observó que ante la ausencia del arquero en el arco dos hombres le tapaban el arco, pero usó su zurda y la colocó arriba para que los rivales no lleguen a tapar el tiro del empate. Bochini convirtió el 2 a 2. Independiente con 3 jugadores menos empató el partido tirando paredes en el campo y área de Talleres.


Tras la cesión de Biondi, el Bocha impacta con zurda para el delirio de los Rojos. 2 a 2 a poco del final.

Independiente aguantó lo poco que quedaba del partido hasta el pitazo final. Fue 2 a 2 y con el empate del partido de ida, al Rojo le bastó para ser campeón en Córdoba. El campeonato Nacional del 77 se quedó en Avellaneda.


Los héroes de la hazaña dan rienda suelta a una alegría contenida. Bochini y Pastoriza festejan alocados.

La epopeya ocurrió. El sueño se hizo realidad. Independiente despertó de la pesadilla. Esa noche se transformó minuto a minuto en la proeza más recordada en la historia del Diablo de Avellaneda. El trofeo del Nacional del 77 fue consecuencia de una aventura plagada de valentía, valor y coraje. Una nueva y excelsa página de la historia de Independiente y de nuestro fútbol fue escrita a pesar de las absurdas condiciones que tuvo que enfrentar el mítico Independiente.

En el siguiente video un histórico socio del club, que fue testigo de la epopeya, relata brevemente el empate en 2 entre Talleres de Córdoba e Independiente: