Lanús culminó una campaña sobresaliente. No sólo por conseguir el campeonato, sino por la contundencia en como lo consiguió. Partido tras partido demostró actitud, coraje y personalidad para llegar a la final, donde fue ampliamente superior a su rival, San Lorenzo. La holgada victoria selló un semestre de mucho trabajo, en el que Lanús forjó un estilo pocas veces visto en el fútbol argentino.

Fue de menor a mayor, a pesar de comenzar el torneo con victorias, el plantel no estaba consolidado y el carácter no estaba definido. Sin embargo, la idea siempre fue clara, pero no se logró de un día para el otro concretarla. Poco a poco, el plantel se fue conociendo, fue creciendo en conjunto comandado por la voz de mando, por la voz de líder de Jorge Almirón. Pasaban las fechas y la idea se notaba cada vez más, al entrenador no le importaban los resultados, le importaba el juego, el buen juego. Siempre jugando a los toques, buscando salidas limpias desde el área, sin revolear la pelota. Mucha circulación de la redonda, y rápidas transiciones entre las líneas era lo que más se podía apreciar en los encuentros del Grana.

Si bien no fue fundamental en todos los partidos, la aparición de un jugador marcó un cambio en el equipo. Miguel Almirón arrancó como suplente, pero se convirtió en uno de los pilares del legítimo campeón. El joven paraguayo aportaba claridad en el juego y explosión en los contrataques, algo a lo que apostaba mucho el mandamás. Gran compañero de Lautaro Acosta, jugaban como si se conocieran de toda la vida. Esa relación, la misma que había entre todos los jugadores de Lanús, fue fundamental para lograr el objetivo. Los granates tiraban todos para el mismo lado, todos tenían el mismo objetivo claro. La entrega era toda, el compromiso irreprochable, incluso José Sand, de 35 años, se quedaba a hacer doble turno incluso cuando el DT no se lo pedía. Todos estos factores se vieron reflejados y tuvieron sus frutos, llegaron a la final con siete puntos de diferencia al segundo de la Zona 2.

No importaba si se equivocaban, pagan los errores y se levantaban. Aprendieron juntos, reforzaron falencias, pero en ningún momento el Granate se alejó de su identidad. El equipo arriesgaba mucho en las últimas líneas y muchas veces le costó un gol en contra, e incluso perder el partido, pero eso no detuvo a Jorge Almirón. Como dijimos, de menor a mayor, el equipo jugaba cada vez mejor, en los partidos más difíciles aparecían sus figuras, como Román Martínez y José Sand, modesto goleador. El trabajo en equipo, el esfuerzo y el corazón comprometido con el hincha, llevaron a Lanús a una sobresaliente actuación en la final frente a San Lorenzo, para cerrar una campaña inmejorable. ¿Equipo chico? Corazón gigante, corazón granate. Lanús es un oasis, digno de ser visto. Lanús es fútbol.

Emotivo video previo a la final

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