El debut no es el esperado. Pasaron 12 años para que Talleres vuelva a jugar de local en Primera División y justamente ante River, que le ganó 1 a 0 y le cortó una larga racha sin perder en el estadio mundialista. No obstante, en barrio Jardín se respiran aires de tranquilidad a pesar del contexto (un punto sobre seis) fundamentalmente por lo demostrado colectivamente ante Racing, primero, y el Millonario, después.

Es que los dirigidos por Marcelo Gallardo tuvo que trabajar y mucho para poder conseguir la victoria. Se topó ante un equipo que mostró, quizás, más personalidad y actitud que fútbol, pero con eso le bastó para, por momentos, quitarle la pelota y complicar a la visita en algunos pasajes del partido.

El fuerte de Talleres estuvo en la fase defensiva, por eso es que llegó a cuentagotas al arco defendido por Batalla. Pero en esta faceta realizó un partido casi sin fisuras, mostrando seguridad, solvencia y presión para recuperar la pelota. Todo esto con movimientos coordinados, que lógicamente tienen la necesidad de aceitar algunas piezas que recién se están conociendo.

Por ello es que el elenco de Frank Kudelka será un hueso duro de roer. Lo demostró en un inicio de torneo muy complicado ante dos grandes equipos que seguramente serán candidatos y darán pelea hasta el final por llevarse el título. Los aires tranquilos en barrio Jardín se deben a que el equipo tuvo carácter y que en ningún momento se escondió o se resguardó en su campo en busca de llevarse un punto. Jugó de igual a igual y eso, más temprano que tarde, dará sus resultados.

Un punto alto y que tuvo mucho que ver en la performance del medio campo albiazul fue Leonardo Gil. El “Colo” llegó al club y ese mismo fin de semana jugó de titular en el amistoso ante Belgrano. Desde esa tarde, el círculo central tiene asegurado su presencia. Porque el ex Estudiantes es el equilibrio perfecto entre ambas líneas: quita y raspa cuando hay que hacerlo, obviamente en menor medida que Guiñazú o Burgos, y cuando tiene la pelota es el eje del equipo. Tiene visión, criterio e inteligencia para administrarla y, como si fuera poco, prácticamente siempre está bien ubicado para ser una opción de descarga para un compañero. Él fue la figura del conjunto local y los aplausos unánimes del estadio, cuando salió reemplazado, así lo demostraron.

Por último, es inevitable hablar del marco en el que se desarrolló el partido. La hinchada de Talleres esperó 12 años este día y respondió como se esperaba: llenando el Kempes, una vez más. No sólo eso, sino que mostró un colorido a la altura del encuentro, con globos, papelitos, serpentinas, banderas y, por supuesto, los cánticos que sonaron durante los 90’. La épica salida al campo de juego del equipo sintetiza todo esto y deja sin adjetivos para describirlo. Una vez más, la hinchada fue la fiesta y los jugadores los invitados a ella.