Hacer un borrón y cuenta nueva tan rápido es complicado. Muchas cosas deberán replantearse el cuerpo técnico encabezado por Marcelo Gallardo, al igual que el plantel y la dirigencia. No puede pasar desapercibido un cachetazo así en pleno Monumental. Tampoco, el hecho de que River, a mitad de torneo, esté a 9 puntos del líder (justamente, Boca) y perdiendo su invicto de local, uno de los pocos fuertes que tenía el Millonario.

No obstante, como dijo el propio DT, hay rápida revancha. El jueves, en el estadio Mario Alberto Kempes, espera Rosario Central. La final de la Copa Argentina, por primera vez en la historia del Millonario. La octava final en dos años para Gallardo. La oportunidad de aliviar, en parte, el mal trago del domingo y sumar un trofeo más a la vitrina riverplatense y, lo más importante, poder jugar la Copa Libertadores 2017, por tercer año consecutivo.

River pagó caro el hecho de priorizar los certámenes internacionales, en desmedro de los torneos locales. Tras el subcampeonato del Transición 2014, River sumó dos novenos lugares en los certámenes domésticos (Campeonato 2015, con sólo 49 puntos en un año; y Transición ´16, con exiguas 18 unidades en 16 PJ). Esta vez, sin Sudamericana de por medio, se priorizó la Copa Argentina, aunque la realidad indica que sólo contra Independiente jugaron los suplentes; es decir, que en 12 de las 13 fechas del torneo actual, el Muñeco puso a lo mejor que tenía a mano, aunque hizo cambios que costaron el Superclásico. Además que esta Copa es atemporal, cada llave se juega cada dos o tres semanas.

Gallardo expresó que tenía dos objetivos para éste semestre: ganar la Recopa Sudamericana ante Santa Fe (aunque fueron sólo dos partidos) y la Copa Argentina. El torneo, aún jugando con lo mejor casi siempre, quedó en un inexplicable segundo plano. Así y todo, ganó la Recopa y está a un triunfo de conseguir otro título. La chance de reponerse y, a partir del resultado, analizar lo que se vendrá en 2017, con muchísimo que cambiar. Se sabrá el jueves.