Carlos Tévez fue amo y señor de Boca en el partido de ésta tarde. Manejó los hilos en una nueva victoria del Xeneize que lo deposita como único puntero del Torneo de Primera División. Si bien el equipo no para de crecer (encadena 4 victorias seguidas y trece partidos invictos con doce goles en ésos últimos duelos), el centro de atención se lo llevó el Apache y su posible ida del club. Más allá de la decisión que tome, hoy se llevó la ovación, merecida, de su carrera.  

Como ocurriera ante River, Racing y buena parte ante San Lorenzo, Carlitos jugó en un nivel excelso y fue clave en la goleada 4 a 1 ante el Sabalero. Hasta pareció aquel Tévez de 2004 con sólo veinte años donde gambeteaba a quien se le plantaba en frente cuando desbordó por derecha y asistió a Centurión para el primer gol. Durante todo el partido se mostró participativo, asociándose con Gago siendo ambos el eje principal de creación de fútbol y hasta incluso tiró algunos lujos.  

Los hinchas, esperanzados, jugaron su papel. En cada gol bajaba de las tribunas "Carlitos es de Boca, de Boca no se va" mientras él agradecía con un gesto y, a la postre, una actuación destacada. Cada acción que protagonizaba, cada ataque que comandaba podría significar el último con ésta camiseta, por eso los miles que se acercaron a Brandsen 805 seguían vitoreando a su ídolo en pos de hacerle reveer su decisión que parece ya tomada. 

A los 43 del segundo tiempo llegó el momento más emocionante de la noche. Barros Schelotto decidió reemplazarlo y la gente le regaló nuevamente una inmensa ovación. Él, se dirigió hacia el banco de suplentes, se saludó con Guillermo, con Gustavo y con cada uno de sus compañeros en una actitud que pareciera que anticipa lo peor. En ese momento, la sensación de despedida invadió por completo la Bombonera.  

Con su (factible) salida no sólo Boca pierde su máxima figura del plantel si no el fútbol argentino. Por lejos, Tévez es el jugador más determinante y atrayente del fútbol local. Por nombre propio, palmarés personal y jerarquía. Volvió al club en uno de los momentos más duros de la institución (luego de aquella traumática eliminación por Copa Libertadores en 2015 ante River sumado al éxodo de jugadores de renombre como Daniel Osvaldo, entre otros), tras disputar la final de Champions League con Juventus y jugar la Copa América de Chile. Sí, sin descanso alguno.  

Se calzó la nº 10, esa que está destinada sólo para elegidos, se puso al hombro un equipo destruido anímicamente, potenció a sus compañeros y en menos de seis meses consiguió alzarse con dos títulos: el torneo local y la Copa Argentina.  

El epílogo del partido lo tuvo a él como protagonista principal. Inició su marcha hacia el túnel y saludó a los cuatro costados mientras dejaba ver la emoción del momento. Conmovido y cabizbajo se marchó hacia el vestuario. La lluvia lo hacía más inovidable aún. Al igual que Maradona y Riquelme en sus despedidas, pareciera un guiño del destino.

Hoy, dicen, fue su última función en donde es más se siente amado y reconocido. Ahora, resta que el tiempo haga lo suyo y lo ayude a meditar sobre su futuro. Esperemos que el último capítulo de ésta película tenga un final feliz...