Hace falta remontarse al año 1965 cuando Colón se encontraba en la Primera B del fútbol argentino, con un equipo que merodeaba la mitad de tabla. Lo más probable era que, de seguir así, difícilmente se logre el tan ansiado ascenso. Consciente de ello, Italo Pedro Giménez, el presidente por ese entonces, decidió dar un timonazo y levantar el teléfono para comunicarse con Washington Etchamendi, quien llevaba a cabo la labor  de asistente técnico de Nacional de Uruguay.

Entre el presidente y el presunto futuro DT lograron convencer a un joven defensor llamado Gisleno Medina Leites para que acepte vestir los colores rojo y negro, llegaría acompañado de tres secuaces de su misma nacionalidad, Raúl “El Negro” Cardozo, Dumas Rodríguez y su hermano menor, Orlando Medina Leites. Con el pasar de los días, Etchamendi le comunicaría al presidente que no podía viajar a Argentina por razones familiares, pero que en su lugar enviaba a “un hermano”: José “Pepe” Etchegoyen. Entre todos ellos lograron llevar al Negro a la Primera División por primera vez en su historia siendo campeones.

Ahí comenzaría el gran romance entre uruguayos y sabaleros; esa tarde en la cancha de Atlanta frente a Deportivo Español, el moreno Gisleno se lesionaría gravemente y terminaría el encuentro siendo el director de orquesta de una murga que había venido desde Montevideo a acompañarlo.

Esa tarde nació el Himno Colonista, una re versión de la marcha uruguaya “Dianas de Ñuñoa” que había sido utilizada para los Juegos Olímpicos de Amsterdam 1928, a la cual el mismísimo Medina Leites le pondría letra para homenajear al club.

De ahí en adelante, es habitual que los ojos de los popes sabaleros se posen sobre el país oriental vecino a la hora de elegir jugadores. Repasando los últimos años, quizá los más exitosos y otros no tanto de Colón, se destacan los siguientes:

Marcelo Saralegui, un jugador de una calidad increíble, que entre sus palmarés tuvo el convertir el único gol contra Independiente que le permitió a Colón jugar por primera vez la Copa Libertadores, como así también convertirle un triplete a River en el partido que finalizó 5 a 1 a favor del Rojinegro.

Héctor Rodríguez Peña, integrante del plantel que disputó el sub campeonato del año 1997 y las posteriores competiciones continentales (Conmebol 1997 y Libertadores 1998).

Javier Delgado,  ese zurdo mediocampista de muy buena pegada que jugó el Torneo Clausura 2000. Ese equipo quedó en las retinas de los hinchas por el 4 – 0 logrado en el clásico, en ese partido “La Cabra” convertiría por duplicado.

Javier Chevantón, si bien su paso por el club no tuvo mayor trascendencia, en los pocos partidos que le ha tocado disputar debido a las constantes lesiones que lo aquejaron, se ha ganado el corazón de la parcialidad de Barrio Centenario. Al punto que es confeso simpatizante de la Raza.

Ahora se está ante la presencia de otro uruguayo, Diego “Viruta” Vera, quien jugó su primer clásico y gracias a la valentía y sacrificio que demostró se metió a la hinchada en el bolsillo. Desde ese día, la tribuna deja sus palmas coloradas de tanto aplaudirlo, éste último fin de semana convirtió su primer gol en el club. Un gol que le da la chance al Rojinegro de afianzarse en zona de Copa Sudamericana y seguir en la pelea por la Libertadores de América.

¿Será acaso un nuevo capítulo de esta historia de amor que envuelve a sabaleros y uruguayos? 

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Sobre el autor
Pedro J. Arévalo
Nacido en Buenos Aires, Argentina. 28 años. Hincha de Colón. Amante del fútbol y la buena música.