Era tomar o dejar, lanzarse o mantener los nombres, tomar los riesgos en los puntos de estos seis meses, y termina siendo así, con más nombres nuevos que experiencia, acompañado de rendimientos flojos y lesiones inesperadas, todo lo que le pasó al Taladro a continuación.

El quiebre de la temporada es el 4-0 a Rosario Central en Arroyito, donde llevaba su idea de juego a volúmenes muy altos, marcado estilo de contragolpe y la efectividad era altísima. Luego de la goleada, el equipo fue cayendo poco a poco, desde lo colectivo, individual, lesiones, pase frustrado, y cada vez más jóvenes con pocos partidos en Primera eran participes de los once titulares.

Si hablamos de idea de juego, habrá que decir que la posesión del balón no es amiga y hasta podemos de decir enemiga de Banfield (1). Los partidos que terminaron con triunfo del equipo del Sur fueron con la mínima posesión, aprovechando el contragolpe y solidez defensiva para poder cerrar los encuentros. 

(1)

Hasta que le tomaron la mano a Banfield y todo cambió, pasó a tener la pelota en la mayoría de los partidos, le dieron terreno y no supo usarla para generar peligro (2). La responsabilidad y la presión para ganar no es para el Taladro, sino esperar que el rival actúe por si mismo y responder siendo efectivo, pero al final de cuentas, perdió muchas de sus armas y fue desmantelado y expuesto con sus juveniles en cancha.

De cara al 2018, Banfield afronta tempranamente la fase previa de la Libertadores y regreso de Superliga, con mayoría de juveniles, necesidad de levantar rendimientos y traer refuerzos, no nombres, sino gente que sume en la idea, consolide una defensa y contribuya al medio.