Pocas veces River se enfrentó a un escenario tan hostil. Con la presión futbolística de haber perdido el encuentro de ida en el Monumental, con la necesidad de salir a ser protagonista desde el primer minuto en el Arena do Gremio y, tras haber dominado al local durante gran parte del primer tiempo, encima, en una jugada fortuita y casual, Gremio encontraba el gol y se ponía 2-0 en el global. En lo extrafutbolístico, Marcelo Gallardo no pudo estar en el banco por una sanción exagerada de la Conmebol por salir tarde al segundo tiempo en la ida, y los jugadores del equipo local solo se dedicaron a enfriar el partido haciendo tiempo, con ingresos innecesarios e incesantes de los médicos del equipo brasileño, con liviandad del árbitro uruguayo Andrés Cunha para acelerar el juego, e incluso también siendo cómplice al consultar jugadas con su auricular sin revisar el monitor, es decir, para que se siga consumiendo tiempo.

El Millonario no encontraba los caminos para salir del laberinto que le proponía el local, preocupado por que el rejo haga su trabajo. Con poco de Juan Quintero, con escaso peso ofensivo de Lucas Pratto, con la lesión del capitán Leonardo Ponzio en el primer tiempo y con chances no aprovechadas por Exequiel Palacios y Rafael Borré. Todos los indicios eran las de una noche negra, sin señales óptimas, encima perdiendo injustamente en Porto Alegre y yendo al frente con más actitud que juego. Geromel, el central del vigente campeón, sacaba toda pelota que merodeaba su área. Entraron Pity Martínez e Ignacio Scocco, sin gravitar. Y al minuto 18 del complemento, Everton tuvo en sus pies la posibilidad de liquidar la serie, mano a mano, molestado pro la marca de Javier Pinola pero con todo a su favor para definir, pero Franco Armani se arqueó y tapó una jugada manifiesta para el 2-0 de Gremio, lo que hubiera cerrado todo. Esa fue la primera señal.

Faltaban menos de 10 minutos, más lo que el árbitro debía añadir por el tiempo exagerado que hacía Gremio, en laterales, tiros libres, cambios y saques de arco. Pratto guapeó y provocó una falta. Tiro libre. Una pelota parada que había que provechar. Centro de Martínez, cabezazo de Borré, que se reivindicó y venció la resistencia de Marcelo Grohe. El gol del empate que le dio una inyección anímica que,a  esa altura, parecía inviable.

En la era Gallardo, en mano a mano, River eliminó a tres brasileños: Cruzeiro (2015), Chapecoense (2015) y Gremio (2018).

Con empuje e hidalguía, River fue al frente para lograr la hazaña. Y en otra jugada fortuita, Nacho Scocco remataba y el esférico rozaba en la mano de Bressan. Nadie en River reclamó penal, solo el tiro de esquina. Cuando Pity se prestaba a lanzar el córner, Jael volvía a tirarse antes de que lo cambien y ahí Cunha recibía el llamado de las autoridades del VAR para verificar una jugada. En el monitor, la imagen era elocuente: el defensor de Gremio estiró el brazo para interrumpir el remate de Scocco. Penal, era penal para River. Se consumieron más de cinco minutos entre tumultos, empujones, gritos y paseo de miembros de la Conmebol afuera de la cancha. Cuando todo se empezó a calmar, tomó la pelota Martínez, el 10, el encargado de la pena máxima, Hizo oídos sordos a las chicanas de los jugadores locales. Solo pensaba en un zurdazo con destino de red. Con personalidad, el ex Huracán anotó uno de los goles más importantes de su carrera para desatar la locura de los 4.000 riverplatenses que se hicieron oír en el Arena do Gremio. Gol, y había que aguantar los 14 minutos que dieron de tiempo añadido, bajo una lluvia intensa. Pratto sacó de chilena un envío venenoso en el área, Armani tuvo sangre fría para atrapar los últimos envíos aéreos. River resistió, River aguantó, River dio dos golpes de KO cuando Gremio ya se sentía finalista.

Otra página dorada en la historia copera de La Banda, que de la mano de Gallardo, no puede saciar su hambre de gloria. La remontada, como la de 2015 en el Mineirao ante Cruzeiro o la serie ante Wilstermann, quedará para el recuerdo. River se hizo gigante en Brasil, con todo en contra. Se metió en la sexta final de su historia en Copa Libertadores, la segunda en tres años. Un acto de justicia divina para castigar la mezquindad de Gremio, el campeón de América que este año perderá su corona. Ahora, en Núñez es todo fiesta, está a 180 minuto del tetracampeonato de América. Queda un paso más, esperando por Palmeiras o nada menos que Boca. Con el plantel mentalizado en ganador, todo es posible y el rival que venga en la final, deberá sortear a un equipo que llegará más fuerte que nunca.