Como dice la reconocida canción: "Las despedidas son esos dolores dulces". Y es que parece que no hay mejor definición para este momento. La última locura del '10' que le regaló al hincha de River tantas alegrías en el último tiempo y demostró que a pesar de haber tenido un comienzo pesado con la camiseta del Millo, pudo tener revancha y terminar siendo el ídolo de la gente. Hoy se despide el Pity, el Loco, el que le encanta agrandarse en los momentos difíciles, el criticado y el que siempre, no importa dónde, a Boca le trae un dolor de cabeza importante.

Llevar la '10' de River, pesa. Y mucho. Pero ahora va a pesar el triple. Con 22 años, tras una explosiva pretemporada, Gallardo decide darle este número al mendocino y no a Pablo Aimar, quien había vuelto en aquel entonces al equipo para sus últimos momentos en el fútbol. Desde allí, Gallardo siempre demostró bancar al jugador, sus primeras actuaciones sorprendieron, se logró ver al mismo que jugaba en Huracán pero siempre ingresando desde el banco de suplentes para poder explotar esos últimos minutos en cancha. Luego, con el correr de la temporada, su nivel no parecía estar a la altura de River y menos para usar la 10.

Pero todos sabemos que el fútbol da revancha. Y se la dio. Su 2015 no fue el mejor, quizás tampoco el 2016. Pero sus últimos dos años con la camiseta de River fueron determinantes. El primer gran paso fue aquella actuación deslumbrante ante Lanús en La Fortaleza, haciéndose cargo del ataque del equipo y siendo figura de aquel encuentro para que River se ilusione con llegar a la punta del torneo. Eso trajo, tiempo después, el primer golazo a Boca en la Bombonera, de volea y mostrando la '10'. Obviamente que el envión no quedó ahí. Había algo que a Martínez le parecía agradable a la hora de enfrentar a Boca, y lo seguía demostrando cuando le tocó patear el penal por la SuperCopa para darle a River la primera final en la historia del club ante el máximo rival. En base a confianza del técnico y apoyo de los compañeros, logró también actuaciones determinantes en los demás partidos.

Vale recordar que aquella tarde de septiembre, en la Bombonera, validaría totalmente su locura a la hora de enfrentarse a Boca y le marcaría, otra vez de volea, un golazo terrible dejando sin chances a Rossi, arquero rival. Cuando River volvió al Monumental esa noche, los hinchas, desaforados, cantaban: "El Pity Martínez, que loco que está" acompañado de un versito relacionando sus goles con obsenidades hacia el rival.

Es que sí, nuestra cultura tiende a relacionar lo extraordinario, lo increíble con la locura, con la demencia. Y era justo eso lo que le pasaba al Pity. Tras ese partido le tocaría demostrar que post-lesión, ante Gremio, volvería a su nivel. Y cuando las papas quemaban agarró el penal en +10 de tiempo agregado y le dio a River el pase a la final. Bajo la lluvia, el pícaro jugador cantaba al ritmo de los hinchas con los dedos índices de cada mano en la sien. La locura crecía aún más.

Y en el momento de máximo esplendor de esa locura hermosa que carga el Pity, se vio ante más de 50 metros de carrera solo ante el arco de Boca en la Final de la Libertadores, en Madrid, después de semanas de bronca e impotencia por lo ocurrido. Parece ilógico pero esa corrida no generó la euforia de los hinchas, sino que la emoción desbordó a los mismos, el llanto invadió los ojos de muchos y el tocado por la varita mágica se metió con pelota y todo abajo del arco para festejar el logro máximo de la historia del club. La corrida soñada, la corrida del año.

El Pity deja River, club del que era hincha de niño, para irse al Atlanta United de Estados Unidos. Hoy en su última actuación hizo dos golazos para dejar a River en tercer lugar del Mundial de Clubes. Solo dos palabras se cruzan por las mentes de los millones de hinchas de River en referencia a este jugador: Perdón y Gracias. Que sea como él mismo dijo, un hasta luego. Volvé cuando quieras, Pity, ya quedaste en la historia.