20 de Mayo de 2006; exactamente 11 años atrás, se imprimían en la memoria imágenes que nunca se borrarán con el paso del tiempo. ¿Qué sucedió en dicha fecha? Se llevó a cabo un hecho histórico para el fútbol mendocino: Godoy Cruz ascendía por primera vez en su historia a la élite del fútbol argentino.

En una infartante final a doble partido, el “Expreso” se batía a duelo frente a Nueva Chicago; la ida se jugaba en la República de Mataderos el 16 de Mayo de 2006. Tras un empate en uno muy trabajado, el Tomba retornaba a Mendoza para disputar la vuelta 4 días después.

Medio paso separaba a Godoy Cruz de la gloria; restaban 90’ para alcanzar un sueño, que a priori era inalcanzable e imposible de imaginar. Diego Villar era el encargado de romper el cero, concretando un disparo de larga distancia que se colaba en el palo derecho del arquero que nada podía hacer. Pero la alegría iba a durar poco; gracias al pie derecho de César Carranza, el encuentro concluía igualado y se veía obligado a definirse en la prórroga.

Gabriel Favale pitaba y daba inicio a los primeros 15’ de alargue, no apto para cardíacos. Sebastián Torrico era el encargado de mantener la ilusión intacta tras atajar varios disparos a quemarropa, tal vez imposibles para un arquero normal: sin dudas, el “Cóndor” no lo era.
Cuando comenzaba a bajarse el telón de la primera parte, Daniel Giménez culminaba una gran jugada colectiva y volvía a ilusionar a la "Bodega" con la máxima categoría; había que sostener el resultado 15’ más.

El tiempo parecía no transcurrir, la muralla defensiva de Godoy Cruz aguantaba como podía y el elenco visitante enviaba a su arquero al área en la búsqueda desesperada de la igualdad. Pero no estaba en los planes del destino la paridad: Daniel Giménez nuevamente se vestía de verdugo y ahogaba las esperanzas del “Torito”. A través de un contraataque letal comandado por Mauro Poy, el “Tanque” sellaba el marcador y concretaba el anhelo de propios y extraños.

Los 40.000 hinchas que se encargaron de poblar el Estadio Malvinas Argentinas fueron testigos y comprobaron en carne propia que no todos los héroes llevan capa, sino remítanse a las imágenes que evidencian que el “Cóndor” y el “Tanque” no la vestían.

No existe hincha alguno que no recuerde a los once guerreros que aquella noche estamparon su nombre en la historia del club, un equipo que con humildad y sacrificio tocó el cielo con las manos. Simplemente podemos dar gracias y hacerles saber que llevamos cada minuto de juego tatuado en el corazón.

¡Viejo y glorioso el "Expreso", de corazón sin igual!