"Contra Racing tocamos fondo", declaró Maximiliano Meza en conferencia de prensa luego del triunfo ante Colón de Santa Fe. Antes, Independiente había sufrido pero vencido a River por la mínima. Era una mejora desde el resultado y una pausa en la búsqueda por un estilo, ya que los triunfos no llegaron por la vía de la posesión, el juego asociado y la salida desde el fondo.

Ante Banfield, el Libertadores de América presentó sus avances y el clima parecía haberse calmado. Se esperaba un triunfo para despedir otro año sin alegrías. Independiente buscaba tranquilidad en el último partido del 2016.

El partido fue un duelo de estilos. Los de Gabriel Milito retomaron la idea inicial de circulación de pelota y posesión, mientras que Banfield buscaba salir de contraataque y descansar en la sabiduria de Walter Erviti. El primer tiempo arrancó bien: a ambos le funcionaba su plan de ataque. No obstante, aquello duró poco. El juego de ambos decayó y el partido se volvió mediocre.

Gabriel Milito mandó a la cancha a Ezequiel Barco desde el inicio del segundo tiempo, en un claro intento de romper la monotonía establecida. Era lógico visto el orden de Banfield y lo previsibles que se volvieron los ataques. No obstante, en ese ingreso se movieron más fichas: salió Jorge Ortíz y el encargado de pasar a la sala de máquinas en el centro del campo fue Juan Sanchez Miño, quien se mostró perdido durante el segundo tiempo a diferencia del primero, donde en la banda izquierda había desempeñado una aceptable tarea. Banfield, por su parte, dio un paso adelante y se animó a hacer correr la pelota con Erviti, Nicolás Bertolo y Mauricio Sperdutti. Independiente nunca encontró el rumbo a pesar de que Germán Denis aportó más que Diego Vera. El equipo una vez más fue impotente ante la imposibilidad de dominar el encuentro. El clima se mostraba cada vez más dificil ante la reaparición de los silbidos y los cánticos. Fue un partido pésimo porque ninguno de los dos le daba un buen trato a la pelota, pero en ese contexto Banfield se mostró más cómodo y suelto.

Era un empate clavado, pero Banfield acertó en una pelota parada. La pelota quedó picando y Juan Cobo decretó no sólo el triunfo para los de Julio Falcioni, sino también un aumento en la hostilidad del público hacia el plantel, y el golpe final a las esperanzas de Gabriel Milito, que sorprendió con su renuncia. El argumento fue que en estos seis meses de trabajo no pudo lograr que el equipo rindiera como pretendía. Aquello tiene mucha verdad, pero una vez más Independiente queda a la deriva, a la espera de que un entrenador nuevo venga y gane algo de inmediato. De lo contrario seguro deba irse, como les viene pasando a todos los que se animan a sentarse en el banco de suplentes del "Rojo".

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