Al mismo tiempo que escribo estas líneas me quejo del reflejo del sol, pero me levanto y cierro la ventana. Ahora es el poco brillo de la computadora lo que me molesta. De pronto un golpe de reflexión me hace detener un segundo, para pensar en lo que sería no poder ver este hermoso día.

Es por eso que cierro los ojos y me imagino en un mundo donde la oscuridad es constante. Pero la hazaña de vivir en carne propia lo que es la falta de visión dura pocos segundos, porque la desesperación misma de poder observar es la que me abre los párpados. Sin lugar a dudas esa sensación es extraña para mí, pero cotidiana en algunas personas.

Gran parte de la sociedad los tilda de “no videntes”, aunque la mayoría de ellos prefieren que los llamen “ciegos”. Algunos optan por el camino fácil, y piden monedas justificando la ceguera, pero también están quienes intentan superarse día a día, a base de esfuerzo y voluntad.

“Los Murciélagos”, apodo que denomina a la Selección Argentina de fútbol para ciegos, son el clásico ejemplo, porque consiguieron la gloria tras varios años de sacrificio. Su historia comenzó en el año 1986, cuando varios deportistas ciegos argentinos alcanzaron un importante desarrollo deportivo. Esto generó que ese grupo de atletas se integre a la Federación Internacional de Deportes para Ciegos.

Dos años más tarde, a nivel local, se creó la FADEC (Federación Argentina de Deportes para Ciegos), a quienes la constituían en su mayoría personas ciegas y disminuidas visuales, con el objetivo de organizar y difundir todo lo vinculado a lo deportivo. Y tras este suceso se fundó la Selección Argentina de fútbol para ciegos, posteriormente denominada: “Los Murciélagos”.

El equipo, en la actualidad, posee grandes reconocimientos en su haber, como el Jorge Newbery de oro en 2006 o el Premio Konex de Platino en 2010. Además de ser dos veces campeón mundial (2002 y 2006) y tener en el plantel al mejor jugador de la historia, Silvio Velo.

Gracias a ellos me di cuenta que a veces protestamos por lo que no tenemos y pensamos que somos los menos afortunados. Pero hay cosas que son peores, por eso me gustaría cerrar la nota con una frase de un proverbio árabe: “Me quejaba porque no podía comprarme zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies”.

Conocé a "Los Murciélagos":