Era el retrato viviente del típico porteño de ley. Carismático, excéntrico, algo fanfarrón, "callejero y peleador", conocedor de la noche de Buenos Aires, y también de la de Nueva York. Un hombre con temperamento, de un físico envidiable, para colmo era boxeador y sentía que se podía llevar el mundo por delante sin tener consecuencias. Así vivió, como él quiso, rodeado de flashes, de lujos, de malas compañías. Así murió, asesinado en Estados Unidos por la mafia. Ringo Bonavena, un campeón sin corona, arriba y abajo del ring.

Desde pibe empezaba a mostrar algunos bosquejos de lo que se iba a venir. Siendo todavía un niño fue expulsado del club San Lorenzo y, casi como venganza, fue a parar a Huracán, el clásico rival. A esa altura, su record solo acumulaba peleas callejeras. 

Como amateur le mordió una tetilla a Lee Car sobre el ring, fue descalificado y la Federación Argentina de Boxeo lo sancionó. Fue a probar suerte a Estados Unidos. El éxito no tardó en llegar. Peleó con Goerge Chuvalo, Joe Frazier, Floyd Patterson, Muhammad Ali y otros de los mejores pesados de la época.

Nunca pudo conseguir el título mundial, pero su personalidad lo convirtió en algo mejor: fue y es un ídolo.

Pasó de la pobreza de Boedo y Parque Patricios a los lujos de norteamérica casi sin escalas. No solo era un gran boxeador, sino que con sus declaraciones se aseguraba el interés del público. Se aseguraba el billete.

A la hora de vaticinar nocauts, Bonavena era el primero en hablar. También le recomendaba al público ir vestido de negro, ya que asistirían al funeral de su rival de turno. Su imagen tratando de gallina a Ali, el más grande, quedará en el recuerdo de todos. Así era él.

En el último tiempo, su contrato cayó en manos de Joe Conforte, quien manejaba el juego y la prostitución en Reno, Nevada. Ahí, el boxeador empezó a gestar su propio asesinato. El fanfarrón porteño quiso "chamuyarse" a la esposa del jefe, Sally. Era una señora mayor, sin buen aspecto físico, quien además era su manager (por cuestiones legales, Joe no podía serlo). Pasaban mucho tiempo juntos y, si bien nunca se hizo público, se especula que tenían un romance. 

No obstante, lo que realmente molestó a Joe no fue el atrevimiento de Oscar Bonavena con su esposa. Lo que realmente quería Ringo era apoderarse de su negocio y sabía que la clave era enamorar a Sally, ya que ella era la propietaria de la mayoría de los negocios. "Lo que empezó a molestarme fue que anduvo diciendo que se iba a quedar con el Mustang Ranch (prostíbulo legal de Conforte). Le mandé a decir que si volvía al Mustang, no me responsabilizaría de su vida", le dijo el mafioso a Juan Larena, un periodista argentino.

Bonavena volvió al Mustang. Algunas versiones aseguran que le tendieron una trampa para que vaya al prostíbulo y tengan una excusa para terminar con su vida. El acceso le fue negado, el insistió. Willard Brymer, uno de los guardaespaldas de Conforte y con quien Ringo no tenía buena relación, le disparó con un arma de caza. La bala destrozó el corazón del boxeador y también el del pueblo argentino. Se justificaron diciendo que fue por defensa personal, ya que el boxeador también tenía un arma. La pistola fue encontrada en la bota derecha de Bonavena. Él era zurdo.

La noticia conmocionó al país. Cuando el cuerpo llegó, fue velado en el Luna Park. La gente hizo cola por más de 16 cuadras para saludar al ídolo popular. Una enorme caravana acompaño al coche fúnebre al cementerio. El vecino común, deportistas, artistas y hasta los más altos políticos quisieron darle su adiós. A nadie le pasó por alto la noticia. Hoy, 38 años después, Bonavena sigue siendo recordado por su boxeo, por su carisma, por sus fanfarronerías, por la sonrisa que siempre tenía dibujada en la cara.

Vivió como un ídolo y fue despedido como tal. Pasarán los años y la leyenda de Oscar Natalio Ringo Bonavena será recordada en cada lugar que se respire boxeo. Y en los que no, también.