Pensar en ellos es un deleite. Por su juego, por su cultura rugbística, por su mentalidad ganadora… en fin, por cómo viven este deporte. Desde que 1996, año en el cual la ovalada dejó el amateurismo y pasó al profesionalismo, esta icónica organización del corazón de la isla Sur de Nueva Zelanda se convirtió en un símbolo de excelencia: no solo por sus palmarés, sino por todo lo que conlleva su riquísima historia.

- Wyatt Crockett, con 201 encuentros disputados, es quien mayor cantidad de veces vistió la indumentaria rojinegra.

¿Dónde comienza a gestarse el innegable reconocimiento internacional que tienen los ‘Saders? En 1998, luego de dos primeras temporadas de Super 12 en las cuales no lograron hacer pie. En dicha campaña, con Wayne Smith como cabecilla -NdR: fue, hasta 2017, uno de los cerebros del constante éxito de los All Blacks dirigidos por Steve Hansen-, los representantes de las uniones de Canterbury, Buller, Mid-Canterbury, South Canterbury, Tasman y West Coast consiguieron tocar el cielo con las manos por primera vez en su historia: en una épica y recordada definición, doblegaron a Blues por 20-13, en el emblemático Eden Park, de Auckland. 

- Con 1708 puntos, Dan Carter es el máximo anotador en su historia. 

Tras su primer festejo, Lancaster Park, su recinto hasta el terremoto que lo destruyó en febrero del 2011, se acostumbró a celebrar a lo grande: en 1999, 2000, 2002, 2005, 2006 y 2008 fueron verdugos de Highlanders (‘99), Brumbies (‘00 y ‘02), Waratahs (‘05 y ‘08) y Hurricanes (‘06). Y también tuvieron traspiés en instancias decisivas: en 2003 y 2004 fueron abatidos en el juego final por Blues y Brumbies, respectivamente, mientras que en el 2007 sucumbieron ante Bulls, en semifinales. Pero aquella época dorada en las frías tierras sureñas maoríes no solo arrojó fabulosos números… Los brillantes resultados fueron acompañados por jugadores que en este momento son casi una religión para cada uno de sus fanáticos: Richie McCaw, Dan Carter, Justin Marshall, Andrew Mehrtens o Wyatt Crockett, entre otros. Tal es el respeto y la adoración por los dos primeros mencionados que ambos han sido condecorados por sus inolvidables servicios al rugby kiwi y a la sociedad en sí: McCaw, en 2016, recibió la Orden de Nueva Zelanda; Carter, por su parte, fue distinguido, en mayo último, con la Orden de Mérito del mismo país. 

- Jamás han perdido un duelo de postemporada en calidad de local. Su última derrota en su propio territorio, por temporada regular, fue en julio del 2016, con Hurricanes (35-10).

Pero no fue todo color de rosas en la zona en la cual William Webb Ellis, inventor de este hermoso juego, dejó una huella imborrable. Post-victoria sobre Waratahs, en el 2008, Crusaders entró en una depresión durante los cruces eliminatorios: en 2009 y 2010, Bulls se convirtió en su victimario cuando el pase a los últimos ochenta minutos pendió de un hilo; en 2011, Reds, que por primera vez iba en busca de un trofeo, le propinó un golpe certero y lo dejó con las manos vacías; en 2012 y 2013, Chiefs, el dueño del torneo en aquel momento, lo desinfló en semifinales; en 2014, en otra final, los ‘Tahs, a quienes habían superado seis años atrás, se tomaron revancha y debutaron en el trono de SANZAAR; en 2015, nada de nada. Vieron los playoffs por tevé; en 2016, caída en cuartos de final frente a Lions, la sensación del momento, que luego cedería con Hurricanes la batalla por el campeonato. 

- Tras los atentados ocurridos en Christchurch en marzo último, la cúpula dirigencial contrató una empresa privada. De acuerdo a los resultados de la investigación, decidieron remover las espadas y los escudos característicos de su marca. Para el 2020 renovarán su logo. Aún no hay novedades sobre un posible cambio de nombre. ¿Por qué se da esta polémica? Por la vinculación del nombre con las cruzadas y su sello negativo en los miembros de la religión musulmana, blanco principal durante los ataques perpetrados por el  terrorista. 

Algo cambió en el 2017. Todd Blackadder, su entrenador en jefe, dio un paso al costado para hacerse cargo de Bath, de la Premiership inglesa. Lo reemplazó un tal Scott Robertson, de gran pasado con Canterbury en la Mitre 10 Cup, la competición doméstica más importante en la casa de los All Blacks. Parecía un cambio más… pero no lo fue. Desde allí, treinta partidos sin perder en condición de local, dos coronas más, y en ambas relegando a Lions a mirar la ceremonia de premiación desde abajo: en 2016, en el mítico Ellis Park, de Johannesburgo, con un 25-17 que se facilitó con la expulsión a Kwagga Smith pero que tuvo una pizca de emoción sobre el cierre con la levantada de los dueños de casa; hace menos de 365 días, en su fortín, el Orangetheory (anteriormente, por motivos comerciales, llamado AMI), de Christchurch, con un 37-18 que dejó en evidencia el bajón que suelen sufrir los sudafricanos cada vez que salen de los casi 1800 metros de altura que tiene su sede. 

- Si bien el Estadio Orangetheory (18.600 personas) es su principal hogar, también tienen dos recintos alternativos: en Nelson, el Trafalgar Park, con capacidad para 18 mil espectadores; en Timaru, el Estadio Alpine Energy, con espacio para 12.500 fanáticos.

Crusaders es mucho más que rugby. Crusaders es sinónimo de “victoria”, de “equipo ganador”. Y la reputación no llegó sola: en los primeros pasos, gracias a gente como Wayne Smith, Marshall, Mehrtens, McCaw, Brad Thorn, Aaron Mauger y Carl Heyman, entre otros; últimamente, por obra de hombres como Richie Mo’unga, Sam Whitelock, Ryan Crotty, Owen Franks, Joe Moody, Matt Todd y Kieran Read, por nombrar algunos ejemplos. Pero este presente, más allá de los intérpretes, tiene un ideólogo, y se llama Scott Robertson. Le devolvió la mentalidad que caracterizó a esta escuadra durante fin del siglo XX y los ocho primeros años del nuevo milenio. Demuestran, semana a semana, ser el rey entre reyes.