Se va el 2016. Se va un año de aprendizaje para el rugby profesional en la Argentina y, para el amateur, un año con gratas sorpresas en lo rugbístico y preocupaciones desde lo físico, principalmente con las lesiones cervicales, el peor aliado de este deporte.

El rugby es un deporte que, al ser de contacto, genera lesiones de manera constante. Algunas son graves y otras, en cambio, no. En este rubro, la temporada fue un antes y un después. Desde la lesión de Ignacio Maeder (Duendes de Rosario) hasta la lesión de Federico Bocelli, jugador de 17 años de Tala de Córdoba. Entre medio, el nombre de Jerónimo Bello, hooker de la primera del SIC, fue portada en los medios especializados por una nuevo inconveniente cervical.

Esta problemática fue, sin duda alguna, la mayor falencia del rugby argentino en el 2016. ¿Tapa lo que se ha hecho bien? No, pero es un mal que se debe erradicar rápidamente. Para ello, en septiembre, la Unión Argentina de Rugby (UAR) armó un workshop (taller para tratar el tema en cuestión) con especialistas en lesiones cervicales, ex jugadores, ex entrenadores, entre otros. ¿Qué dejó como conclusión este workshop? En primera lugar, un cambio radical en el scrum, la formación en la que se producen buena parte de estas lesiones de altísima gravedad. En el segundo escalón, un mar de dudas alrededor del mismísimo scrum que, para muchos, es una fiel representación del rugby en sí y no puede ser ‘masacrado’.

Hoy, 24 de diciembre del 2016, hacer futurología sobre esta formación no tiene sentido ni un porqué establecido. Es algo que se sabrá con el paso de los meses. En el reciente Campeonato Argentino de Uniones, que ganó el seleccionado de Buenos Aires (URBA), se implementaron las nuevas medidas en el scrum y quedaron en evidencia ciertas mejorías en el cuidado del deportista pero, en consecuencia, un marcado retroceso en la tan denominada ‘disputa’.

Por otra parte, el rugby -en su conjunto, lamentablemente- volvió a ser el centro de todas las miradas por los inconvenientes causados por algunos de sus representantes en salidas nocturnas. Dos casos en Olivos y el recordado empujón de un integrante del plantel superior del club San Cirano a un indigente volvieron a dejar a la ovalada en el ojo de la tormenta. Otra vez, como ha ocurrido históricamente, los valores del deporte han sido cuestionados, principalmente por aquellos que no tienen contacto directo con el rugby o, simplemente, por una tendencia a generalizar. Este enigma, el segundo a resolver por el mundo rugbístico, existe y debe ser tratado internamente por los clubes y, mayormente, por las familias.

Más allá de las lesiones cervicales y las conductas extradeportivas de ciertos jugadores (tanto dentro como fuera del campo de juego), también hubo cosas positivas para rescatar, y fundamentalmente en el rugby social a través de la inclusión. Cuatro casos para tomar son los de las fundaciones Rugby Solidario, Botines Solidarios, Rugby Sin Fronteras y los Espartanos. ¿Quiénes son estos últimos? Internos de la Unidad 48 de San Martín. Sí, hombres privados de su libertad que, por iniciativa de Eduardo “Coco” Oderigo (ex jugador del SIC), se sumergieron en el mundo del rugby….y un poco más. El deporte en sí, por más lindo que sea para jugar, es la excusa perfecta para la inclusión social: rugby, valores, espiritualidad y educación, cuatro piezas fundamentales en la reinserción de ellos (en referencia a los reclusos) en la sociedad.

En el plano deportivo, el 2016, en lo que respecta al profesionalismo, se dividió en dos partes: febrero a julio, con la primera aventura de los Jaguares en el Super Rugby, el certamen de franquicias más importante del hemisferio sur y, tal vez, del planeta y, posteriormente, de agosto a noviembre, con Los Pumas en el centro de la escena. Esta temporada, que comenzó el 4 de enero en las instalaciones de Buenos Aires Cricket & Rugby Club, en San Fernando, con el primer entrenamiento de Jaguares y culminó el pasado 26 de noviembre con la caída ante Inglaterra en el mítico estadio de Twickenham, fue atípica por varias circunstancias: torneo nuevo (Super Rugby) y franquicias a las que nunca se había enfrentado, viajes a lo ancho y largo del mundo (tres a Sudáfrica, dos a Nueva Zelanda y Japón, uno a Australia y otro por Europa, con paradas en Gales, Escocia e Inglaterra), lesiones (las de Emiliano Boffelli y Tomás Lavanini encabezando la lista) y más de 30 jugadores más de nueve meses de élite. Un número que, sin ser matemático ni estadista, es corto en el profesionalismo.

En lo que respecta a la franquicia, que tuvo a Raúl Pérez como entrenador en jefe y a Felipe Contepomi, Martín Gaitán y José Pellicena como asistentes, la incursión en la competición que organiza SANZAAR fue, solo por ser la primera temporada, positiva. Los resultados, lo más importante en toda organización, no estuvieron a altura de las circunstancias. ¿Por qué? Aquí se pueden abrir varias vertientes: algunos dirán que el staff técnico sobró a los rivales (cayeron ante Kings en Puerto Elizabeth, un elenco que, hasta allí, solo le había ganado a Sunwolves de Japón, que también fue verdugo de la escuadra argentina), mientras que algunos dirán que se programó mal el año (incluyendo la logística de viajes, por ejemplo) o que, simplemente, los jugadores elegidos no dieron la talla.

Dicho esto último, se abre otra pregunta que fue tema central a lo largo del año: ¿Qué debe hacer la UAR con aquellos que hoy en día juegan en el viejo continente? Allí se encuentran varios Pumas que obtuvieron el cuarto puesto en la última Copa del Mundo que se llevó a cabo en Inglaterra, hace poco más de un año. Desde el ex capitán Juan Fernández Lobbe hasta el tryman Juan Imhoff, campeón del Top 14 francés y finalista de la Copa Europea de Campeones con Racing 92, equipo en el que también juega Manuel Carizza. Entre ellos figuran otros nombres como los de Marcos Ayerza (Leicester), Mariano Galarza (Gloucester), Juan Pablo Socino (Newcastle), Marcelo Bosch y Juan Figallo, los cinco con presente en suelo inglés y, estos dos últimos, en Saracens, el campeón de la Premiership y, como frutilla del postre, victimario de Racing 92 en la final europea. En Francia, Patricio Fernández (Clermont) y Patricio Albacete (Toulouse) son dos de los que muchos fanáticos esperan que pronto estén vistiendo nuevamente la indumentaria Puma y, por qué no, la Jaguar. El caso del segunda línea surgido en Manuel Belgrano es, a simple vista, utópico. ¿El porqué? La pelea con el entrenador en jefe del seleccionado mayor, Daniel Hourcade, y el distanciamiento con Agustín Pichot (actual vicepresidente de la World Rugby), con quien compartió plantel en dos mundiales: Australia 2003 y Francia 2007.

Volviendo a lo que dejó el 2016, el año Puma no fue el esperado, más allá de algunas excepciones, como lo fueron las dos presentaciones ante Sudáfrica (con éxito incluido en Salta), el triunfo inicial ante Francia, en Tucumán y, en gran parte, los primeros cincuenta minutos frente a Nueva Zelanda, en Hamilton, el hogar de los Chiefs en el Super Rugby. Al margen de esto, la producción del equipo capitaneado por Agustín Creevy (quien también comanda el grupo en Jaguares) no fue la esperada. El juego, al que tanto hace referencia Hourcade a la hora de dialogar con la prensa, apareció en pocos momentos y sus dirigidos nunca pudieron plasmar en la cancha lo que se hizo en los entrenamientos. ¿Es hora de un cambio de aire en los hilos de conducción que manejan a Los Pumas? Sí. ¿Eso significa que Hourcade deje de ser el mandamás? No, de ninguna manera. ¿Entonces? Se necesitan cambios en ciertos puestos. Tanto en Jaguares como en Pumas ha quedado claro que falta experiencia en el staff. Se precisa gente que tenga rodaje en el profesionalismo. No vendría mal la llegada de un asesor internacional a ambos representativos. Alguien que pueda aportar su conocimiento para el progreso del rugby profesional en la Argentina. Así como contrataron a Greg Peters (ex CEO de SANZAAR y de Hurricanes, entre otras cosas) para tomar las riendas de todo lo que respecta a Jaguares y la élite en la UAR, también se podría hacer en el plano deportivo. Hay antecedentes: entre 2012 y 2013, Graham Henry, cabecilla de los All Blacks campeones en su tierra en el Mundial 2011, trabajó junto a Santiago Phelan, predecesor de Hourcade. El cambio en el juego fue radical: de la férrea defensa y el ‘pick and go’ en ataque a lo que los medios extranjeros denominan ‘total rugby’, un juego en el que todos participan y los pases en el contacto y el dinamismo se roban todos los flashes.

En lo relacionado al seven, esta temporada no fue una más, ya que se produjo la vuelta del rugby a los Juegos Olímpicos, y nada menos en Río de Janeiro y con la Argentina entre los doce clasificados en la rama masculina. El sueño olímpico concluyó en cuartos de final, pero dejó más cosas positivas que negativas en el balance. Desde el triunfo inicial ante los Estados Unidos con un try de Matías Moroni después de la sirena hasta la caída ante Nueva Zelanda en el duelo por el quinto puesto. El sexto puesto reflejó, en buena parte, lo que se hizo en el proceso con Santiago Gómez Cora al frente del plantel y también lo que falta por hacer. Fue el broche de oro para algunos jugadores como Nicolás Bruzzone y Gastón Revól, dos de los grandes representantes que tuvo el selectivo nacional de juego reducido en los últimos años. Del Circuito Mundial de Seven, que se desarrolló entre diciembre del 2015 y mayo último, lo único rescatable en meses en los que solo se pensaba en lo que iba a ocurrir en Brasil fue la final disputada en la etapa celebrada en Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, hace doce meses.

Argentina XV, el segundo representativo en importancia, se quedó con la primera edición de la Americas Rugby Championship y, meses más tarde, llegó a la definición de la Copa de las Naciones, en Rumania, con caída en la final ante los dueños de casa. Pese a los resultados, el juego, salvo por instantes, quedó en el debe. Surgieron nombres interesantes como los de Bautista Delguy, Juan Cappiello, Julián Domínguez, Axel Zapata, Facundo Gigena y Enrique Pieretto. Estos dos últimos tuvieron acción en Jaguares.

Los Pumitas, que venían de tener un mal Mundial en Italia en el año 2015, volvieron a los primeros planos tras quedarse con el tercer puesto en Inglaterra. Ganaron cuatro de sus cinco partidos. Dos éxitos ante Sudáfrica, uno ante Francia y otro ante Japón. ¿La negativa? Ante Irlanda, en semifinales. En fin, un paso por Manchester que ilusiona de cara al futuro. Material hay de sobra, el tema será cómo lo explotará la UAR cuando estos nombres lleguen a Jaguares y, posteriormente, a Los Pumas.

Por último, en el ámbito local, el 2016 fue un año altamente positivo: desde el título de Hindú en el Nacional de Clubes ganándole a Belgrano Athletic en Virrey del Pino hasta la coronación de la URBA en el Argentino de Uniones. En el espacio que queda entre ambas consagraciones -seis meses, para ser exacto-, Belgrano se consagró campeón del Torneo de la URBA al vencer al mismísimo Elefante en el CASI, Duendes se quedó con el Regional del Litoral, Tala festejó en Córdoba, Huirapuca en el Torneo del Interior “B”, entre otros. El amateurismo, espacio que algunos quieren hacerlo volar en pedazos, sigue siendo fundamental en el progreso de la Argentina. Es el “semillero” de Los Pumas y, en consecuencia, de Jaguares. No hay profesionalismo sin amateurismo, y ese debe ser el mensaje que se debe dar al público y, principalmente, pregonarlo internamente.

Conclusión: para revertir los errores del pasado (involuntarios, en su gran mayoría), el rugby argentino debe seguir apostando a los clubes mediante la integración y la educación. Si quieren evitar casos como los de Olivos o San Cirano, todos los clubes, dirigentes, jugadores y también nosotros, los periodistas, debemos hacer un mea culpa y decir qué es lo que se está haciendo mal. Nuestro trabajo es informar y, aunque a veces nos duela hacerlo, exponer estas situaciones (desagradables, valga la redundancia), pero es parte del trabajo y, en gran parte, de lealtad con el periodismo, los lectores y con el mundo del rugby.

Por el lado del profesionalismo, tanto Jaguares como Pumas saben que no pueden repetir los yerros del 2016. Los procesos duran años, esa es una realidad innegable. ¿Están en la élite de la élite? Sí, pero deben madurar y no volver a caer en situaciones evitables. Tienen con qué para estar batallando palmo a palmo en los primeros lugares del Super Rugby, hacer dos buenas ventanas (junio y noviembre) con Los Pumas y, si son regulares, producir varios cimbronazos en el Rugby Championship. Argentina XV, por su parte, seguirá sirviendo para probar jugadores. Se viene la Americas Rugby Championship con tres partidos como local (todos en el Sur del país, una buena apuesta de la UAR) y dos en rodeo ajeno (Canadá y Chile) y la Copa de las Naciones que se muda de Rumania a Uruguay. Los Pumitas, que estuvieron a centímetros de tocar el cielo con las manos en Inglaterra, saldrán en busca de la gloria en el Mundial de Georgia, que se disputará en junio. El material para dar el zarpazo es bueno y, si se trabaja adecuadamente de acá hasta el momento de subirse al avión con destino a Tbilisi (capital de dicho país), quedarse con el trofeo es una opción. El seven, en cambio, está en plena etapa de recambio: llegó el momento de varias apuestas como son José Barros Sosa, Matías Osadczuk, Domingo Miotti, Julián Domínguez y Bautista Delguy, quien ya ha mostrado sus virtudes en Pucará. En las dos primeras etapas del Circuito (en Dubái y en Ciudad del Cabo) no lograron acceder a la Copa de Oro, pero tuvieron buenas actuaciones ante seleccionados de alto calibre como lo son Fiji, Nueva Zelanda e Inglaterra, quien recientemente destronó a Sudáfrica en su propia tierra.