Sólido. Invulnerable. Así se mostró David Ferrer durante su primer partido en esta edición 2016 del Argentina Open. El oriundo de Jávea y finalista del Abierto de Francia 2013 sacó a pasear su mejor versión tenística. Hoy, en el Court Central Guillermo Vilas, su víctima ha sido Renzo Olivo, un jugador a seguir durante los próximos meses. ¿A qué se debió esta holgura en el triunfo? Podríamos encontrar varios motivos, pero dos de ellos fueron los que sobresalieron: en primer lugar, la concentración del hispano y su profesionalismo. En segundo, el cansancio de Olivo, quien durante el último mes y medio debió afrontar varios desafíos -entre ellos: Abierto de Australia, ATP 250 de Quito y el mismísimo ATP 250 de Buenos Aires-. Un total de catorce partidos en menos de cuarenta días, cifra que evidencia un cierto desgaste físico y tenístico para un jugador que aun no se ha acostumbrado al circuito profesional. 

En lo numérico, Ferrer edificó su victoria a través de dos grandes pilares: la cantidad de quiebres -cuatro- y el porcentaje de puntos ganados con el primer servicio -88% contra 59% de su adversario-. Además, no sufrió roturas de saque.

En la noche del viernes, por los cuartos de final, la sexta raqueta del ranking mundial cruzará su camino con el uruguayo Pablo Cuevas (8). Será el tercer duelo entre ambos jugadores. ¿El historial? 2-0 a favor de Ferrer. El último enfrentamiento se produjo en el ATP de Bastad 2010. Allí, en Suecia, por los cuartos de final, el pupilo de Francisco Fogues -más allá de que en aquel entonces era conducido por Javier Piles- se impuso por 6-3 y 6-3.