Domingo siete de agosto de 2016. Un partido con destino incierto por las lluvias y los fuertes vientos que azotaban la ciudad de Río. Finalmente, varias horas después de lo planificado, comenzó el gran partido para Juan Martín del Potro, quien debía enfrentar a Novak Djokovic, el mejor tenista del mundo.

En la previa, todos apuntaban al serbio como favorito, incluso el mismo del Potro, quien declaró: “Tenía dudas antes de jugar, no quería que me pase por arriba”. Las condiciones indicaban un partido imposible, Djokovic se presentó como principal preferido a ganar la presa dorada, y el tandilense arrastraba una ardua recuperación por su lesión en las muñecas. Llegaron las ocho y treinta de la noche, y comenzó el desafío.

En el primer set se pudo notar un gran nivel del número uno del ranking mundial. Delpo por su parte, se mostró en plenitud física, como ya lo había pronosticado en su partido de dobles. Desde el comienzo, el tandilense se mostró muy activo y tuvo dos chances de quebrar el primer saque, pero la categoría de Nole fue contundente. Ambos tenistas mantuvieron sus servicios, no pudieron sacarse diferencias en ningún momento del partido. Los minutos pasaban, y el nivel de Juan Martín empezaba a levantar, y la afición se empezaba a descontrolar. Con casi una hora de juego, el set se definía por tiebreak. El drive de del Potro comenzaba a ser muy tajante. Con muchas paralelas, inevitables para Nole,  el argentino se adueñó del primer set por 7-6, con un 7-4 en el tiebreak. Con 71 minutos recorridos, los nervios aparecieron, la hazaña estaba un poco más cerca.

Novak tenía un doble desafío personal. Una medalla en los Juegos Olímpicos es el único logro que falta en la colección del astro serbio. Sin grandes figuras en el torneo, esta cita era su gran oportunidad. La otra cuestión se remonta a Londres 2012, cuando el mismo del Potro le ganó la pulseada por la medalla de bronce. El uno quería revertir la situación y alcanzar la gloria. 

“Empecé a sentir que mi derecha estaba bien y me anime a más”

El segundo set mantuvo el ritmo y el clima del primero. Del Potro buscaba la proeza de batir al mejor del mundo. El argentino aumentó el nivel, recordando sus mejores momentos, como la final del US Open frente a Federer en 2009. Pero Nole no la hacía fácil; en los momentos más adversos armaba una jugada inesperada, maravillosa, impensada, y la clásica sonrisa se reflejaba en su rostro. El público presente aplaudía cada punto, enloquecía con el espectáculo que ambos tenistas estaban ofreciendo. El partido era 5-4 para Delpo, y sacaba Djokovic, una nueva chance de quiebre se asomaba junto con el sueño olímpico. Juan Martín no pudo concretar ante la excelencia del serbio, y la gesta se hacía esperar. El cansancio no se notaba en del Potro, jugaba cada vez mejor, cada drive con más potencia, cada tiro más preciso. La Torre ganó su sexto servicio, y estuvo al borde de quebrar, pero Nole se permitía soñar. Había un nuevo tiebreak.

“Estaba exahusto, el partido era muy intenso”

Más de dos horas transcurridas. Las gargantas de los argentinos resecas, gritos ahogados y corazones a mil latidos por segundo. Si se pensaba que no podía ser mejor, Delpo lo hizo. Ventaja de 6 a 2, quebrando dos servicios consecutivos de Nole. Lo inesperado se hacía esperar, muy poco, estaba muy cerca, tan solo a un punto. Del Potro al servicio, eternos segundos antes de su saque. La verde se despegó de las manos del tandilense quedando suspendida en lo alto, y pareció que llevo siglos antes de ser golpeada por la raqueta. Pasó de un lado a otro, evitando el grito argentino. Finalmente, llegó, la pelota quedó perfectamente posicionada para un drive del tandilense, la trayectoria apuntaba directo a la red, y el sueño parecía escaparse nuevamente. La redondita rebotó, pasó, y picó muy lejos de donde estaba parado el serbio, que la admiraba con desazón. Del Potro levantó sus manos en seña de disculpa, pero ya nada importaba, el argentino lo consiguió, le ganó al mejor del mundo. La historia se repitió, para que los millones de argentinos quiebren en lágrimas, como lo hizo el tenista. Para que los cánticos “ole ole ola, cada vez te quiero más, soy Argentino….” empiecen a retumbar en el Court Central del Centro Olímpico de Tenis.

Argentina no ganó una medalla; muy lejos de esas instancias, pero sin dudas el encuentro se vivió como una final olímpica. Del Potro recuperó el cariño de la gente, ese cariño que nunca debió haber perdido. El argentino tendrá un largo camino para recorrer si quiere llegar al podio. Pero el domingo siete de agosto ganó una medalla de honor, una medalla de amor, de amor celeste y blanco.