No hay dudas de que Rafael Nadal es el mejor jugador sobre polvo de ladrillo de la historia. Los números que ostenta se superan temporada tras temporada y ésta época del año es la mejor para el español, ya que la gira por torneos sobre canchas lentas que culmina en Roland Garros es la que más alegrías le ha dado a lo largo de su carrera. Hoy se enfrentaba a su posible sucesor el austríaco Dominic Thiem, en un partido que cualquier amante del tenis quería ver y en un evento en el que se esperaba que sea un partidazo, terminó siendo una paliza.

El mayor culpable que este partido no haya sido lo esperado y todo esto recae en Thiem. El austríaco jugó muy mal, no tuvo nunca profundidad el efecto que le daba a la pelota, hacía que las bolas queden todas cortas y por ello Rafa lo sometió durante lo poco que duró el match.

Thiem sacó mal, no estuvo fino ni con el primer, ni con el segundo saque que siempre le juega a favor, más cuando lo ejecuta a los ángulos con mucho efecto. Por ello aunque para el común denominador se deslumbre con Rafa, y está perfecto, hoy Thiem jugo tibio, frío, inconexo y fue así que se comió una paliza descomunal.

El primer set no fue partido, la fiera se comió al sucesor, lo destrozó. No lo dejó prácticamente jugar y se llevó el primer set por 6-0. En el segundo no llegó la “bicicleta” por Thiem, se acordó de sacar y por ello tuvo dos juegos de saques en los cuales pudo defender la embestida de la fiera.

Nadal estuvo como siempre, jugó a pleno, no lo dejó pensar y tampoco volver a meterse en el partido. Para Rafa este fue uno de los partidos más fáciles del año en polvo de ladrillo. Por ello cual es el parámetro, porque el tenis está compuesto por un porcentaje de mano, otro de físico y el mayor de cabeza. Nadal es psicológicamente el más fuerte, no hay ninguna duda que los demuele solo con su presencia, los hace chicos, ínfimos y hoy lo demostró.

En semifinales Rafa va contra un irresponsable como Dimitrov, irresponsable es una buena manera de decirle a un jugador que no se achica, pero que también al jugar al límite puede cometer muchos errores no forzados. Uno siempre piensa en quien le puede ganar a Nadal, busca en los golpes la solución, pero la clave está en la cabeza.