Alexander Zverev (3) se mostró muy claro, lúcido y preciso en esta final de Madrid. Jugó con la madurez y la altura con que se juegan estas instancias. Desde el primer momento se notó que tenía todo bajo control, con una fluidez y naturalidad en su juego que realmente asombran. Uno de los mejores tenistas de la actualidad, con tan solo 21 años, ya consiguió su tercer Masters 1000 y deja de a poco de ser una promesa para transformarse en una realidad.

Del otro lado estuvo el austríaco Dominic Thiem (7), que sufrió más de la cuenta por errores propios, porque se vio inmerso en un mar de dudas e inseguridades que no supo resolver, y que con el correr del tiempo, lo perjudicaron en esta segunda final consecutiva en la “Caja Mágica”.

El austríaco comenzó el partido de la peor manera. Regaló el primer game del partido con muchos segundos servicios, derechas erradas y una doble falta para que Zverev dé el golpe de entrada, quebrando el saque de Thiem. Ubicado muy por detrás de la línea base de la cancha, Dominic adoptó una posición defensiva que le permitió a Alexander hacer lo que quiso y sacar la diferencia del quiebre. 

El nº7 del mundo estuvo impreciso con el drive, y su rival lo aprovechó comenzando a jugarle muchas pelotas para ese costado de Thiem, quien quiso improvisar el golpe y no encontró salida. Tal fue así, que de los 11 errores no forzados que cometió, 8 fueron con la derecha. Zverev hizo mejor las cosas que su contrincante, se valió de sus fallas y se llevó el primer parcial por 6-4, en 36 minutos.

El segundo set fue un calco del primero. Thiem erró una derecha fácil en el primer juego que significó un break point, que aprovechó Zverev a fuerza de un drive. Al igual que en el arranque del partido, el alemán quebró y luego mantuvo para poner un tempranero 2-0. En el game siguiente, Thiem levantó un 15-40 que se suponía le iba a dar confianza para mejorar de cara al resto del encuentro. Pero un demoledor Zverev lo dejó en 0 para aclararle que él tenía el control de la final.

Apenas minutos después de la hora de juego, el alemán nº3 del mundo comenzó a cerrar este título poniéndose 4-2 y superando a su desaliñado rival en todos los aspectos. Su punto más fuerte fue el saque, donde tuvo más de un 90% de puntos ganados con el mismo. Lastimó mucho con un servicio al que nunca le encontró respuesta Thiem.

Con 3 errores no forzados (acumuló 22 en el total, 10 más que su rival) en el último game el austríaco cedió ante la fuerza del pequeño gigante alemán. Fue 6-4 y 6-4 para Alexander Zverev, quien después de Roma y Montreal 2017, llegó a su tercer título de Masters 1000 y al octavo en su carrera.

La paradoja de esta final es que la herramienta que le permitió a Thiem llegar a la la última instancia del torneo, fue la misma que le arruinó el sueño de ser campeón en Madrid, su drive. Un golpe al que nunca le encontró respuesta y que lo complicó todo el partido, a tal punto de sorprenderse con las buenas derechas que pegó a lo largo de la hora y 18 minutos que duró en cancha.

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Sobre el autor
Alejandro Epifani
Periodista Deportivo - 21 años - Rosario, Santa Fe - Escribo sobre Newell's Old Boys y sobre tenis