No quedan adjetivos que puedan describir lo que deportistas de esta talla pueden realizar. Roger Federer se metió en la final del segundo Masters de la temporada tras derrotar al australiano Nick Kyrgios (16°) por 7-6, 6-7 y 7-6 en un extenso partido que duró más de tres horas. En la final lo espera su rival y amigo, Rafael Nadal.

El duelo se les negó hace un par de semanas en Indian Wells, el oceánico tuvo que bajarse del certamen debido a un cuadro estomacal que le impedía estar dentro de la cancha. El único antecedente entre ellos dos había sido en 2015 en Madrid, donde Federer luchó pero no pudo ante la raqueta de Kyrgios.

Fue un partido muy parejo, de esos que rara vez se dan. Tan solo cuando se cruzan los planetas, o los grandes tenistas con un estilo similar de juego. Utilizando como recurso natural el saque, ambos lanzadores con muchas más variantes que los demás. Durante el primer set, Federer exprimió su revés paralelo para hacerle un surco al estadio principal del complejo de Miami, mientras que el australiano sostuvo siempre su servicio pero cometió un error que podría haberlo dejado en situación de ganar la manga. Reaccionó de mala manera, acompañado con un golpe de raqueta al suelo que provocó la silbatina del público. Situación que se repetiría más de una vez a lo largo del juego.

El australiano arrancó mejor la segunda tira. En uno de los primeros puntos lanzó otro golpe entre sus piernas para el deleite de la gente ( ya había efectuado uno ante Alexander Zverev) y la sorpresa de su rival. Cada uno dominó por momentos el transcurso del juego junto con su saque, no hubo quiebres. El 16° perdió el control de su repertorio, y se dejó llevar por tiros lujosos en momentos erroneos, sumado a un exceso de confianza con pelotas lentas que favorecieron el juego de Federer. Sin embargo, el tie break fue para el nacido en Canberra.

En una definición tan pareja, casi siempre se ve a los protagonistas más nerviosos y con un número superior de errores. Este partido fue la excepción. Tras un clima de euforia por Roger, el tercer set quedó envuelto en un mar de silencio, de esos que quizás comienzan a incomodar a los tenistas. Por momentos en la cancha se vio un sentimiento y sensación de juventud plena por parte del suizo, que nunca se resintió al correr, ni se cansó al llegar a pelotas bien esquinadas.

Ya en la recta final del encuentro, gracias a un ojo de halcón a pedido, Federer pudo igualar el tie break y así comenzar a cerrar un partido largo con muchos vaivenes. Ahora, le tocará descansar para pensar en el domingo, día en el que enfrente a Rafael Nadal. Será la segunda final en la que se crucen ambos tenistas esta temporada. La anterior fue en Australia Open con victoria de Su Majestad, que no deja de asombrarnos.