Siempre, al llegar a esta fecha, hago un recuento de todo lo que me dejó el año. En este caso, estoy seguro que el 2017 fue a mi vida en el periodismo deportivo, lo que fue para Gabriel García Márquez el asesinato de Gaitán: el surgimiento de una necesidad imperiosa por informar.

Poco queda ya de la persona que era cuando ingresé a VAVEL, por allá en el 2014; ahora, tengo una responsabilidad enorme hacia el medio, que va más allá de las obligaciones y se convierte en parte del diario vivir.

Desde que quise empaparme de periodismo dentro del mundo del deporte, sabía que con el paso del tiempo me acercaría a lo que antes veía como un aficionado, pero ahora desde una labor de alto compromiso. Sin embargo, conocer lo que me esperaba no significa que estuviera preparado para vivirlo, y esta experiencia me tomó con las mismas sensaciones que tuvieron los asesinos de la familia Clutter cuando ingresaron a la casa dispuestos a realizar tu atroz tarea, en una historia bien narrada por el genio Truman Capote.

Anteriormente hablé de responsabilidad y creo que el reflejo del sentido de pertenencia hacia nuestro medio de comunicación se vio reflejado con todo lo que logramos en Colombia: ya nuestros colegas de afuera habían hecho grande a VAVEL, pero faltaba que en este punto del continente se le diera el merecido lugar.

Por eso, y después de varias temporadas de esfuerzo, desde el fútbol logramos varias acreditaciones con la Dimayor, lo cual nos generó un mayor acceso a la información y nos dio la posibilidad de contarle mejores historias a un público cansado de los sucesos narrados a medias.

Ahora queda esperar con ansias el 2018 y buscar más retos, porque aún no somos ni la mitad de lo que hemos soñado y ahora contamos con el aliciente de vivir el periodismo como realmente puede ser de utilidad y se hace mejor: a sangre fría.