Corría el año 2003 o 2004, no recuerdo muy bien. Boca jugaba la Copa Libertadores con sus ídolos del entonces y yo lo veía, como de costumbre, con mi padre. En ese momento, la cámara enfocó a un hombre robusto con la camisa de Boca alentando como todos.

¿Quién es ese, papi? —le pregunté ingenuo a mi padre, al fin y al cabo era un niño pequeño.

Ese es Maradona, el mejor de la historia —

—Y ¿por qué? —

—Hijo, si te contara lo que hizo

Así fue como vi por primera vez a El Diego. Así fue como su nombre comenzó a retumbar en mi mente.

Un par de años después apareció la leyenda de nuestros tiempos. Un rosarino, pequeño y que se los gambeteaba a todos y, ¿qué fue lo primero que escuché? Juega igual a Maradona, es como Maradona. Cómo es que Lio, el genio, el maestro y aún seguía retumbando el nombre de Diego.

Cuando llegó YouTube a mi vida, en muchas de las búsquedas que hice, busqué ese nombre, Diego Armando Maradona y, ¿qué fue lo que apareció?

“Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, deja al tercero y va a tocar para Burruchaga. Siempre Maradona, genio, genio, genio Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... ¡Gol! ¡Gol! ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golazo! ¡Diego Maradona!”

Ahí, en la voz de Víctor Hugo Morales, la narración del mejor gol que mis ojos habían visto alguna vez, el gol del siglo, el mejor gol de todos los mundiales y yo, simplemente no lo podía creer.

Un año después de eso, en el estadio Atanasio Girardot, vistiendo la camiseta de mi equipo, lo vi. Lejos, pequeño, pero ahí estaba, la leyenda del fútbol mundial estaba ahí, con la camiseta verdolaga, mis ojos vieron que era real, no era obra de mi imaginación. Diego Armando Maradona era real.

El tiempo pasó y empecé a madurar. La pubertad comenzaba a llegar y con ella, la obsesión por el fútbol se hizo más y más intensa y, por primera vez, vería un mundial a flor de piel, ya que en Francia 98 apenas era un recién nacido, en Corea-Japón tan solo tenía 4 años y en Italia 2006, no era lo suficientemente consciente de lo que era un mundial de fútbol. Es por eso por lo que Sudáfrica 2010 lo viviría como nunca y más, porque mis dos grandes ídolos del fútbol estaban juntos dirigiendo la selección de la que me enamoré.

Lionel Messi y Diego Maradona juntos, ahí, vestidos de celeste y blanco dirigirían el sueño, ese mismo que se apagó en ese partido en el que Alemania goleó 4-0 a Argentina y, por primera vez, entendí que Diego no era un dios todo poderoso y que, como muchos humanos, tenía defectos y cometió errores.

Que paradójico fue, que luego de enterarme de que Diego podía cometer errores, me empezaran a contar lo que fue Maradona más allá de la pelota. Maradona consumía sustancias alucinógenas, un mujeriego, tiene hijos regados en todas partes, es una vergüenza me decían. Yo incrédulo siempre salía a defenderlo y a encararlo, porque El Diego, era intocable para mí.

Y pues como son las cosas de la vida que efectivamente, Diego cometió muchos errores en su vida. Pero él siempre tuvo algo que lo compensaría, siempre pensaba en el pueblo, El Diego era, no, no era, El Diego es el pueblo.

Diego nunca tuvo pelos en la lengua, siempre abogó por el más débil y por los más necesitados y, en los momentos más difíciles de su país, Diego se puso la 10, su 10 y encaminó una cruzada que uniría el corazón de cada argentino. Y es que luego de una dictadura y luego de perder las Malvinas contra los ingleses, él, sólo, tomó revancha y se encaminó directo al campo a hacer creer que lo imposible era posible y enalteció la bandera de su país en lo más alto del cielo.

“Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha” esa frase, que dijo en su despedida del fútbol, quedó tallada en mi corazón. Y es que sí, El Diego pudo ser muchas cosas, pero con la pelota, no era Diego Armando Maradona, era ‘D10s’ así, cambiando la I y la O por el 10. Porque el 10 siempre va a estar, el 10 siempre vivirá cada que suene el silbato y la pelota ruede en la cancha. El Diego siempre vivirá en los corazones de todos los futboleros.

A mí no me tocó verlo jugar, pero me tocó ver su legado, su leyenda, lo que es significa Diego para el mundo. A mí no me tocó vivirlo en vivo, pero lo viví en cada una de las imágenes de sus goles y esos partidos viejos que veía por internet.

De Nápoles a Buenos Aires, de San Paolo a La Bombonera, de La Bombonera a la Paternal, de Argentina para el mundo, del mundo para cielo. Muchas gracias por tanto, Diego Armando Maradona.