En momentos en que el juego ha pasado a un segundo plano, cuando se está en una era de globalización y mediatización, en donde es más importante la marca de la camiseta, la publicidad, los ingresos de la televisión, cuando se está volviendo totalmente elitista, en el que tanto el jugador como el aficionado ya no son el alma de este deporte sino que pasaron a ser el objetivo de la industria, el fútbol requiere de una reingeniería porque aunque no lo parezca, el show puede terminar siendo una exclusividad para aquellos a los cuales sus medios se los permitan.

Siendo el hincha, aquel personaje que ha pasado de ser espectador en una grada o detrás de la pantalla de la televisión a ser protagonista, también está perdiendo esta condición gracias a que la violencia ha hecho su parte a través del fenómeno de sus barras bravas, porque ahora la familia se ha alejado de los campos que han sido dispuestos para desarrollar este juego llamando El Deporte Rey’.

Nombrando al barra brava se debe decir que es otro tipo de seguidor, el cual tiene motivaciones muy diferentes al hincha común, dichas motivaciones van desde el bien personal o beneficios para la barra a la que pertenecen, hasta autodenominarse representante del seguidor normal, los barristas’ actúan en muchas ocasiones por encima de los intereses propios de los equipos a los que siguen, a estas alturas aunque le han dado un golpe visual al espectáculo es más el daño causado que el aporte brindado.

El jugador de fútbol, es la materia prima, parte vital de este escenario, obnubilado por el espejismo de los millones, es cada vez más un idiota útil para los empresarios, nuevos integrantes de este universo, estos, al lado de los directivos de los equipos, son las personas que toman las decisiones y hacen los movimientos que muchas veces van en contra de lo que busca y quiere el futbolista.

Sin embargo desde esta tribuna se hace un llamado a aquellos quienes son los que manejan las riendas del espectáculo para que sean más inclusivos, el mismo juego pide a gritos que se le regrese al romanticismo, que sea salvado de la línea estricta y radical a la que lo está llevando la industria.

Se espera que a medida en que se regrese a la normalidad, el mundo del fútbol mire al espectador y al futbolista como parte activa, no solo para su explotación sino para que sea acompañante, que sean valorados y vistos como actores principales en la escena futbolística.

De parte nuestra, el aporte debe ser una mirada crítica, aguda, analítica para que el fútbol y su entorno no sea llevado por el cauce de la desesperanza en donde se benefician unos pocos y las partes fundamentales como lo son el jugador y el hincha, queden en un lugar secundario.