Las falencias del Medellín, una vez comenzó el partido en Palmaseca, le cobraron de golpe. Completamente nula estaba la clarividencia de los jugadores rojos: poca resolución con el balón, despejes injustificados, falta de dinamismo en la ofensiva y pases errados; esta última debilidad fue la vía directa del gol del local. Vladimir Marín, de pésima actuación hoy, pierde un balón en la salida y los dirigidos por Pecoso Castro, quien por cierto tiene la malsana costumbre de regar la zona ofensiva correspondiente antes de que se juegue cada tiempo, orquestaron una veloz maniobra que terminaría en un rebote que capitalizó Preciado y mandó, luego de una obstrucción con la mano de Marín, a guardar en el arco de Silva. Un secreto revelado: la experiencia no garantiza triunfos. 

Carcomidos los hinchas en Medellín terminaron el primer tiempo, no sin antes haber sufrido el empuje de los jugadores caleños, que seguían atentando el arco de Silva y presionando la salida de los pasmados visitantes. Con la entrada de Hernán Pertuz, Medellín se afianzó en la zaga, pero perdió a su ariete: su profundidad se deterioró por completo. Era, probablemente, necesario el cambio, sin embargo, esto significó lo que después nos daríamos cuenta en Medellín: el equipo de Leonel firmó el 0-1. 

De vuelta en el campo, Medellín empezó a tomar más la pelota —no sin sufrir, claro, los desbordamientos por la banda de algún jugador caleño—. Didier Moreno y Córdoba buscaron a Marrugo, y lo encontraron; este a su vez buscó a Hechalar y a Pérez, además se unió a la conversación el talentoso Brayan Angulo, quien reemplazó a Marín. Las cosas empezaron, progresivamente, a mejorar para el Medellín, hasta que, en el minuto 64, Chritian Marrugo en su intento por frenar un contragolpe rival, recibió la amarilla: se pierde la vuelta; como un baldado de agua fría fue recibida la tarjeta. Poco a poco, y aun más con la salida de Marrugo, la ofensiva Poderosa se disipó (la Azucarera ya tampoco presionaba igual). Algunos chispazos de Hechalar, en el final, avivaron la ilusión del empate. 

No es descabellada la idea de emplear la línea de tres acá en Medellín (tal y como se hizo en la segunda parte Vs. Tolima y dio resultado), no es descabellado atacar desde el primer minuto: presionando la salida del rival, probando jugadores rápidos en las bandas y resolutivos en el medio; tampoco es descabellado decirle a Brayan Angulo que tiene la responsabilidad de suplir a Marrugo, la oportunidad de superarlo y de ser el héroe tal y como aquel partido, este semestre Vs. Cali, en que anotó el empate y el Estadio se vino abajo; no es descabellado confiar en la explosividad de Pérez, la determinación de Hechalar, y la definición de Monsalvo (o Caicedo). 

No es descabellado pensar que, empujando para un mismo lado, jugadores, técnico y afición, podrán revertir el resultado —al igual que como en varias ocasiones han hecho este semetre—; que es el momento de hacer honor al nombre que los ha llevado en demasía de nuevo al estadio: ser Todos en uno. Si hay algo que conocen los hinchas de Medellín es la incertidumbre, el sufrimiento. Si hay un momento en el hay que creer, alentar y no desfallecer, es este. Se han pasado los últimos años imaginándose la 6ta estrella, "no es momento para ser cobarde".