Han pasado 21 años de la muerte de Andrés Escobar, el defensor central de Atlético Nacional y la Selección Colombia que pagó con su vida uno de los fracasos más sonados del fútbol mundial, y todo por culpa de la violencia que durante décadas ha azotado a nuestro país.

Ese 2 de julio de 1994 en Medellín fue un hecho tan trágico como lo que ocurrió una semana antes, siendo parte de toda una historia que empezó con la alegría de ser los mejores, la decepción de caer como los peores y la tristeza de ver morir a un caballero del fútbol como lo fue Escobar.

El que fuera tres veces campeón con Atlético Nacional (Copa Libertadores 1989, Copa Interamericana 1990, Liga Colombiana 1991), y héroe de la selección que llegó a octavos de final en Italia 1990, fue uno de los pocos, o el único, que dio la cara por lo ocurrido en Norteamérica y el resultado fue su muerte en una noche que quienes fueron testigos jamás olvidan.

El Eterno Número 2 integró aquel equipo que logró el gran hito de golear a Argentina en Buenos Aires por 0-5 en 1993, algo que los colocó como candidatos a ser nada menos que campeones mundiales en el campeonato de 1994 en Estados Unidos.

Ese equipo liderado por Carlos Valderrama y compañía, dirigidos por Francisco Maturana, cayó en el error de confiar en su favoritismo y fama de ser un equipo grandioso que estuvo mal rodeado por prensa, patrocinadores y el mismo ‘Cartel de Cali’ como muy seguros de la regla de ‘si no está roto, no lo arregles’.

Así fue como comenzó la tragedia al caer en el debut del grupo A, el 18 de junio de 1994 en Los Ángeles ante Rumania por 3-1 en una discreta actuación de todo el equipo y las críticas acerca del gran favorito al título que perdió su encuentro que veía como fácil.

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Cuatro días después, el 22 de junio en el Rose Bowl de la ciudad californiana en el juego contra los Estados Unidos, ocurrió el hecho que significó la sentencia de muerte de Escobar al anotar un autogol en la portería de Óscar Córdoba después de un centro de Earnie Stewart que el defensor alcanzó a puntear desviándolo hacia propia puerta, dejando en el suelo al portero que, junto con sus compañeros y el mismo técnico, se vieron decepcionados del error que cometió el jugador antioqueño, quien vio cómo después su equipo fue derrotado 2-1.

No solo los colombianos se fueron perdedores del estadio ante la sorprendente selección norteamericana sino por fuera de la Copa del Mundo sin mostrar una mínima parte de ese gran juego, aquel que aplastó a Argentina, que llevaba varios partidos invicto y que descrestó a todos en el mundo cuatro años antes.

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Todos los dedos apuntaban al mal juego de la selección, al bajo nivel de los jugadores que se preocuparon por los patrocinadores que por mejorar su fútbol, también a la federación por no hacer una mejor preparación, y también al autogol de Escobar, algo que muchos no olvidaron y vieron en él un gran causante del fracaso mundialista.

El defensor central regresó a Medellín para aclarar ante la prensa todo lo ocurrido no solo por lo que hizo sino el trabajo de sus compañeros que decepcionaron a todos, así fue como por medio de una columna en el periódico El Tiempo se disculpó y dejó una frase al final que nadie olvida: “Hasta pronto, porque la vida no termina aquí”.

La noche del 2 de julio de 1994, Escobar salió con unos amigos a un bar llamado 'El Indio', y en el estacionamiento apareció su asesino, Humberto Muñoz Castro, que disparó doce balas a la humanidad del jugador hasta matarlo.

Testigos del lugar alegaron que increparon al defensor por el autogol en Estados Unidos, otras teorías señalan al culpable de ser chofer de los hermanos Pedro y Juan Santiago Gallón Henao, señalados de tener vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo de Colombia, también se sospecha de que el asesinato podría haber estado relacionado con la mafia de las apuestas deportivas.

Al funeral del jugador asistieron miles de aficionados de Atlético Nacional, además de jugadores de la selección y el club que fueron sus compañeros como Rene Higuita, Luis Carlos Perea y Leonel Álvarez.

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Su muerte dio otro fuerte golpe al país, y no fue de forma política sino social pues afectó un punto delicado como el fútbol, pues murió una persona muy querida y respetada por colegas, periodistas y rivales por su personalidad.

21 años después no se aclara su asesinato, y tampoco ha aparecido alguien que se ponga la número 2 de la misma forma que Escobar, pero queda el recuerdo de ese defensor central que defendió los colores de su país hasta el último día de su vida.