No importa el país donde se esté, poco interesa el idioma en el que se hable, las palabras "Mario Yepes" hacen y harán referencia a uno de los jugadores más grandes que ha dado el balompié nacional, ídolo de muchos, ejemplo a seguir y sobre todo un líder nato. 

Sus comienzos en la sultana del Valle, como anécdota rara, cabe resaltar que Mario empezó a jugar a la pelota como delantero número nueve, con el tiempo se dio cuenta que lo de él no era hacer goles, más bien era evitarlos.

Llega al Deportivo Cali en el año de 1998, los que lo vieron jugar, dijeron que como ese jugador habían visto pocos, su velocidad, su perspicacia y su manera de defender lo hacían casi un adelantado en el fútbol, pues muchos no creían que a tan corta edad, un futbolista tuviera la jerarquía que Mario ya mostraba. 

Déjame decir, querido amigo, que ver jugar a Mario era un deleite, pocos eran los jugadores que como él, dejaban la piel en la cancha partido tras partido, mostró su talento en Colombia, Argentina, Francia, Italia y en de todos los equipos salió por la puerta de adelante, como un referente y en algunos como ídolo indiscutido.

Como colombiano, me considero un afortunado de haberlo visto vestirse de amarillo, azul y rojo. Déjame decirte que recordar a Mario con la camiseta tricolor, me eriza la piel, como pocas veces me pasa. Mi último recuerdo, como el de muchos, será esa eliminación dolorosa en Brasil, aun cuando lo recuerdo siento algo en el pecho que es difícil de explicar.

Los padres de las futuras generaciones estamos en la obligación y el deber, de contarle a nuestros hijos, que tuvimos suerte de ver a Mario mientras todavía jugaba a la pelota, que fuimos dichosos de ver como se barría por el césped, desaforado por echar la pelota fuera del rectángulo, que fuimos quizás desagradecidos, pues en los momentos que se le trató mal muchos le dieron la espalda. 

Hoy solo me queda decir gracias Mario, porque en una generación carente de ídolos, te abriste paso por encima de tantos jugadores del montón para decir: aquí estoy yo, denme la cinta de capitán, cinta que todavía llevas puesta, cinta que va tatuada en tu brazo para siempre, sin más: ¡gracias Mario!.

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Sobre el autor
Francesco Zucconi
periodismo. Una noticia mal contada es un asalto a mano armada.