"Cuando despertó, el (Deportivo Cali) todavía estaba allí". Sí, el Poderoso salió aletargado a jugar el primer partido de las instancias finales de la Liga Águila. Ya el liderato del Todos contra todos no importaba, tampoco ser el de las menos derrotas o el del menor número de goles encajados. Los jugadores lo sabían, Leonel también. La noche cayó sobre el día como los jugadores del Cali sobre los del Medellín: Mojica, Preciado, Borré, Sambueza y compañía se juntaron y con presión alta, pases en corto y rápidos, paredes y desequilibrio salieron a proponerle al Medellín. 

Pesó la ausencia de Caicedo y de Daniel Torres, dirán algunos; no sin mucha razón: perdió Didier Moreno un balón en la salida y Mojica, el de las ideas, asistió a Preciado, que bañó a González con un cabezazo tan sutil como certero. ¿La espalda de Saíz y de Pertuz? Perdida. Así como el partido para el Medellín a los 19 del primer tiempo. 

"El 0-1 no es tan mal resultado pensando en la vuelta en Medellín. Igual, si hago estos cambios e interrumpo las sociedades de Mojica con el resto puedo empezar a generar futbol desde la mitad y buscar el empate". Quizá eso pensó Leonel Álvarez, o quizá no, quizá pensó otra cosa. No importa, porque cinco minutos después vendría el otro baldado de agua helada: una serie de rebotes, que sucedieron un tiro de equina, fue capitalizada fue Borré, que no perdonó y la mandó a guardar. 2-0. 

Medellín no se inmutaba y por poco no llegó el tercero. Arriba Hechalar era una sombra, Castro no aparecía, a Marrugo lo neutralizaron y poco se vio Arias. La Goma y Moreno erraron pases a como dio lugar y la presión sobre ellos no cedió. Medellín no tenía el balón y, por más obvio que sea, sin el balón no se puede hacer goles. Apenas un remate de Tipton desde la banda izquierda y otra llegada discreta inquietaron el arco de Hernández. 

Es una incógnita lo que Leonel les transmitió en el entretiempo (que por fortuna para ellos llegó). El caso es que el grito de batalla que se dijeron a sí mismos los rojos cuando, antes de jugar el complemento, se reunieron en un costado del campo daba la impresión de que se vería una actitud diferente. Así fue: como la lluvia que le sigue a un nubarrón, Medellín salió a mostrar otra cara y, naturalmente, también el Cali. Se equilibró el mediocampo, se le arrebató el balón al Cali, y todos parecieron entrar por fin en el partido.

Sin embargo, el camino al descuento aun se mostraba espinoso, el Cali no concedía espacios. Al 58, en una jugada maestra, Álvarez sacó a Hechalar por William Parra; mucho se le ha criticado por sus cambios, pero este en particular le permitió a Leo Castro asumir su posición natural, a Didier tener un compañero en la contención, y a La Goma soltarse para aportar en ataque y, al minuto 63, con un extraordinario gesto técnico pegarle de primera a un balón que le asistió Marrugo, marcando el primero del Poderoso. La humanidad de Hernández por poco impide la celebración de La Goma, quien se llevó el escudo a los labios mientras que Castro recogía el balón para reanudar el partido lo más pronto y buscar la paridad. 

El frío pero valioso abrazo entre el Chonto Herrera y Leonel en la celebración es el de aquellos que saben que ese gol es el que hace que el pan no se haya quemado en la puerta del horno; el que le devolvía el alma al cuerpo a los hinchas y el que les daba opciones para volver a Medellín. 

El resto del partido transcurrió en un par de llegadas más para cada equipo, algunas variantes intrascendentes, y en un juego constantemente cortado en la mitad de la cancha. Para algunos pareció que ya lo que había de pasar pasó: como si el Cali firmara la victoria antes de tiempo y el DIM la desventaja por la mínima. En últimas, el local hacía respetar su casa y el visitante se conformaba con 90 minutos el dmingo, en su casa, y luego de un primer tiempo para el olvido.