Otro año, misma historia. No hay títulos para Millonarios, tampoco finales y ni siquiera una luz de esperanza de que todo puede ser mejor en medio de la irregularidad de un equipo que ilusiona durante seis meses y decepciona los otros seis meses.

Dando la misma idea de que el próximo año será el de los azules, queda en las palabras vacías de dirigentes que saben más de llenar los bolsillos que las estanterías, y también del técnico de momento de quien uno ya puede esperar lo que pasará, un primer semestre lleno de ilusión y el otro de decepción y su carta de salida.

Sin embargo, en medio de este camino tan confuso y nebuloso, aparece un escenario tan conocido por años de mejores historias pero extraño por la larga ausencia, y ese es la Copa Libertadores.

Ese torneo que la historia en algún momento le quedó debiendo a Millonarios por esos jugadores tan destacados que merecieron levantarla alguna vez, y que actualmente es un premio tan grande como el nombre del equipo y su escudo, e inmerecido por sus últimas campañas, se convierte en una oportunidad importante para exigir lo que realmente merece este club de 18 trofeos: ser grande.

Si antes los dirigentes aspiraban a tener una nómina que iniciara un proyecto deportivo a largo plazo, ese discurso queda a un lado pues el hincha azul aspira a ser protagonista internacional una vez más con un equipo no lo suficientemente bueno sino totalmente efectivo y competitivo para poder hacer frente a clubes de jerarquía.

Si los errores de la versión del 2013 fueron aprendidos, se deben corregir trayendo jugadores capaces no sólo de entender la camiseta que visten sino el torneo que jugarán, que es su oportunidad de aspirar a ser más grandes y elevar su carrera deportiva, no sólo a pasear por el continente.

Futbolistas con la capacidad de demostrar el por qué son titulares y para qué el entrenador los eligió, que todos ellos tengan esa chispa que dejaron otros a su paso en el campo bogotano que son leyendas del club y el país.

No seguir contratando a quienes llevan meses sin marcar o jugar, sino jugadores de buen momento que quieran llevar a Millonarios tan lejos como sus sueños, y eso se hace mirando con buenos ojos a los que tengan esa convicción de victoria y no de fama.

Este equipo ya es la burla del país, no se pueden dar el lujo de serlo en el extranjero como pasó hace casi cuatro años, así que no se puede creer en el mismo discurso y mercadeo sino en la realidad que esta dirigencia pueda mostrar.

Si no son capaces de quedarse con un trofeo, al menos que lo peleen en el último partido, dando todo en el minuto final y que esa medalla del segundo lugar, tan amarga y casi incapaz de recibir, sea un aliciente de un equipo que por lo menos quiso ganarla, y es con ese espíritu que se juega la Copa Libertadores, tan emotiva como luchada, característico del continente.

Se comienza por la fase previa, compuesta de dos rondas de eliminación directa, una oportunidad especial para demostrar a lo que aspira Millonarios como equipo grande que fue alguna vez, y en la actualidad sólo un viejo que recuerda años mejores y debe regresar a su puesto de toda la vida.

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Sobre el autor
Diego F. Ariza
Autor en Vavel Latinoamérica. Comunicador Social y Periodista de la Universidad INPAHU de Bogotá D.C.