Yo sólo quería ver televisión y de repente estaba viendo un partido de fútbol: “Real Madrid vs Juventus”. Me llamó la atención tanta gente en un solo lugar, así que me quedé viéndolo. Y ahí estuve, casi dos horas sin querer levantarme a pasar el canal.

Ese día, sabía que había adquirido un nuevo gusto, uno que jugaba de blanco, que había ganado la Final de la Liga de Campeones y que en sus filas tenía a un jugador como Roberto Carlos. ¡Definitivamente me había enamorado! Tanto, que al otro día mi abuelo se encontraba viendo televisión y le dije que sí me ponía ese programa otra vez. ¡Claro! Como era de esperarse de una niña viviendo en una casa donde casi nadie veía fútbol, yo no entendía que un partido era cosa de un día, de unas horas y de títulos por lucharse.

Mi abuelo con toda paciencia me explicó, y ya entendiendo mejor todo, le dije: “Me dice cuando el equipo blanquito vuelva a jugar”. Y fue un hombre que me prometió y cumplió.

Casi un año después, había mucha euforia por la calle en la que vivía, algunos portaban camisetas verdes, otros, camisetas rojas. ¡Era un clima muy 'carnavalesco'!

“¿Qué pasa?” Le pregunté a mi abuelo.

“¡Hoy hay clásico! Es la final”

“¿Cómo así que clásico?” Dije.

“Mija, va a jugar Nacional contra Medellín, los dos equipos más representativos de la ciudad, pura historia paisa”.

Lo vimos por televisión, recuerdo que fue un partido muy difícil, muy apretado, pero finalmente Nacional ganó 1-0. Me había emocionado mucho viendo este juego pero no lo suficiente. No sé, faltaba algo.

Como no existía ya la definición de cuadrangular todos contra todos, a los pocos días el campeón del torneo apertura se enfrentaba con el campeón del torneo finalización. Un nuevo título estaba cerca y yo estaba enloquecida por ver a Nacional jugar, así mi abuelo me hubiera dicho que ganarle al América iba a ser difícil porque ese sí era el clásico colombiano.

Me vi tanto el partido de ida como el de vuelta. Arrancó en Cali. Un partido que terminó en empate, y eso, gracias a Miguel Calero haciéndole falta al 'Tigre' Castillo. ¿Cómo olvidarlo si se hizo expulsar para evitar el triunfo de la mechita?, ¿Y cómo olvidarlo si creo que desde ahí me latió más fuerte el corazón? Sí, esto era lo que faltaba, que me emocionara como si fuera algo mío. 

El partido de vuelta era en el estadio 'Atanasio Girardot' y claro que quería ir, pero… “Es un partido muy pesado y usted está muy chiquita todavía”, me dijeron.

“Otro día vas”, creo que fue lo que me repetí varias veces para resignarme a verlo por TV.

El partido finalizó 0-0, se iban a penales. Para ese momento ya conocía esa gran tensión, sólo que esa vez la sentía muy cercana, el verde y blanco me alumbraba, yo quería la séptima estrella.

¡Intensa! Así terminó siendo la tanda de penaltis que le dio el triunfo a Atlético Nacional 4-2, con una última anotación de un zurdo que tenía mi mismo apellido.

¡Qué locura! Le habíamos ganado a un grande colombiano. Salté y abracé a mi abuelo. Jamás fui tan feliz viendo fútbol, era el equipo de acá, la gente sonreía y brindaba, pólvora por todo lado, abrazos por doquier; definitivamente ésta niña… ¡Se había enamorado del 'verde' Paisa y le había jurado eterno amor!