Todos quisimos ser futbolistas cuando éramos niños. Todos tuvimos el mismo sueño de Maradona: jugar un mundial y consagrarse en primera. Todos tuvimos ese tipo de sueños donde hay de todo menos mesura: hacer el gol en el último minuto de una final y salir corriendo golpeándose el pecho. Habría sido muy lindo pero ahora estoy frente al teclado, con un café y una vergonzosa barriga cervecera.

¿Esta es una situación triste? Sí y no. Por un lado, perder la oportunidad de cumplir un sueño, sea cual sea, siempre será triste. Sin embargo, en ocasiones es mejor librarse de ciertas cosas. Muchos sueñan jugar en Nacional pero prácticamente nadie tiene la personalidad y -perdón por la grosería- los cojones suficientes para lograrlo. Si hubiera sido futbolista tendría los nervios destrozados, me conozco lo suficiente para saberlo.

¿Por qué puede ser malo jugar en el equipo más ganador del país? Porque en Nacional, a diferencia de los demás equipos, la crisis se desata cuando no se igualan o superan los resultados. Se trata de un equipo que desde el 2011 consigue al menos un título por año. Por obvias razones, el acto de ganar pasó de ser un evento digno de celebrar y pasó a ser algo normal, una costumbre, casi una adicción. Con dos derrotas en línea y teniendo el recuerdo del equipo que ganó la Libertadores pasándole por encima a los rivales, es normal que la presión aumente de manera desmedida.

Habría sido lindo jugar fútbol, pero agradezco mi posición de hincha y cronista. Esta posición te permite un grado de frivolidad que, desde adentro, sería imposible. De cierta forma es como entrar a la sala de cine con crispetas y gaseosa. La presión, por suerte, la llevan otros. Nosotros sufrimos o nos alegramos conforme a lo que la pantalla muestre. El partido del miércoles tiene todos los ingredientes para ser de película. 

El protagonista está lejos de ser el héroe de otras épocas. Es un equipo que en ocasiones sobra al rival. Busca reverdecer laureles pero la nómina campeona fue desmantelada y los refuerzos son meros remiendos. Además, los cambios abruptos en la directiva parecen ocultar gran parte de la trama. Hasta aquí, es una película de suspenso. El miércoles, ante otro equipo urgido como Estudiantes, se puede convertir en una película de acción o de terror.

Atlético Nacional es un equipo acostumbrado a las hazañas. Es muy probable que pierda porque, después de todo, son humanos y los humanos pierden muchas veces en su vida. Pero son héroes porque han hecho y hacen cosas extraordinarias, lejos del alcance del resto de los mortales. No sabemos cuál será el desenlace: puede ser tan dulce como el gol de Berrío a Central o tan amargo como el 0-2 ante Defensor Sporting. Mi frivolidad y yo esperamos el día miércoles con crispetas y gaseosa: la película promete porque sabemos que Nacional es capaz de arrancar lágrimas.